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DESDE UN CORAZÓN ENCENDIDO POR EL ESPÍRITU: MOTIVOS PARA BENDECIR.

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EVANGELIO DE HOY: 24/12/21 (Lc 1,67-79).

Zacarías, una vez superada su mudez, nos invita a todos a visualizar, en su profecía, la gloria de Dios aconteciendo en la historia. Él, lleno del Espíritu Santo, pudo contemplar y nos da lo contemplado: identifica un motivo extraordinario para alegrarnos y con gozo bendecir al Señor. En su canto, pueden identificarse tres grandes momentos de la misma causa de alegría:

DIOS NOS HA VISITADO CON LA FUERZA DE SALVACIÓN

Jesús encarnado desde el seno de la Virgen María es la visita de Dios. Su visita y su Hijo son la misma cosa. Es una visita que llega con la fuerza del Espíritu y la gracia de la Misericordia. Se trata de una fuerza salvífica, firme, operante… Es la fuerza del amor que custodia celosamente para liberar de las cadenas de muerte y de odio que oprimen y esclavizan a la humanidad, a la creación. Por tal motivo, la visita de Dios es motivo central para bendecir; ésta no pasa desapercibida, se deja sentir en cada corazón, en cada persona despierta, que se dispone para ser redimida. La visita de Dios tiene su propósito:

LIBERARNOS DEL TEMOR Y ARRANCARNOS DE LAS MANOS DE LOS ENEMIGOS

Impresiona como este pensamiento revela el deseo de Dios para cada uno de nosotros. El Señor nos quiere libres de temor. No nos quiere presos, angustiados, con caras de preocupaciones, amenazados, temblando, sin horizonte ni esperanza. El Señor llega para arrancarnos, con su fuerza, de toda opresión. Llama la atención el verbo “arrancar”, con razón trae la imagen de fuerza, porque todo indica que no se trata de una tarea fácil. Hay fuerzas contrarias que se oponen, se resisten, que no desean esta visita redentora. El canto de Zacarías nos deja claro, al mismo tiempo, que la visita del Señor no se conforma con sólo liberarnos… una vez rescatados desea que:

LE SIRVAMOS EN SANTIDAD Y JUSTICIA EN SU PRESENCIA TODOS NUESTROS DÍAS

La visita de Dios nos trae su santidad. Él es la fuente de santidad. La santidad es el regalo de Dios. No viene con cualquier cosa. El Señor se esmera en sus regalos. Da lo mejor de sí: su Hijo, “el Santo de los Santos”. Es una visita que dignifica, que conduce del paso de las tinieblas a la luz. Ilumina para conducir nuestros pasos por el camino de la paz. Donde hay temor, miedo y angustia no se puede servir en santidad ni en justicia. Por eso el cántico tiene una sabiduría que va ahondando en sus estrofas, en su propuesta. El Señor nos habla de que nos quiere, no vigilados por los enemigos, sino custodiados por su santidad, abrazados por ella. Desea que nos gastemos en su servicio como santos y santas. Su presencia y su santidad son sinónimos. ¡Que bendición tan grande!

Señor: tú eres el Sol que nace de lo alto, vienes para iluminar nuestras vidas. Deseamos que tu luz nos guíe por el camino de la santidad. Danos la paz del alma, Señor, esa paz que se abraza con tu justicia. Tú sabes cuáles son cada una de las cadenas de las que necesitamos ser arrancados; ven con la fuerza de tu Espíritu Santo, porque anhelamos santificarnos y gastarnos en tu presencia, alabándote y sirviendo a los demás, todos los días de nuestras vidas.

  1. ¿Cómo experimento la visita de Dios en mi corazón?
  2. ¿Cuáles son los motivos que tengo para bendecir?
  3. ¿De cuáles temores y ataduras necesito ser arrancado?
  4. ¿Deseo, de corazón, dejarme guiar, para servir al Señor en santidad y justicia?