Sáb. Abr 20th, 2024

ApmPrensa

Agencia de Prensa APM

Cuando tengas roto el corazón, no uses curitas.

2 min read

Muchas veces nos acostumbramos al sufrimiento, son tantas las veces que nos hieren que llega un momento que seguimos viviendo aceptando el dolor como algo natural, obligatorio y merecido.

Tenemos roto el corazón, quebrado, destrozado; de pronto recordamos que cuando éramos pequeños y nos heríamos, nuestras madres nos curaban con las tan famosas curitas o banditas como les dicen ahora y en la ingenuidad de un niño nos sentíamos mejor.

Añorando esos tiempos, surge en nosotros la necesidad de buscar alivio a nuestras penas, cubriendo las quebraduras del alma, pero olvidamos que debajo de ese parche hay heridas, rencores, odios y traumas que cada vez se profundizan más, lastiman más, duelen más;  lo peor es que ya no bastan esas curas, pues es tan grande el dolor que nos aprisiona, nos perturba y nos desgarra sin encontrar una salida ante tal situación.

Pero llegan inesperadamente momentos que nos hacen recapacitar, pensar desde lo más profundo de nuestro corazón, porqué he sentido tanto dolor cuando ahora es que despierto y siento que no puedo cubrir el mundo con mi curita, no me alcanza en medio de tanta tristeza, separación, estar lejos de tus seres queridos, estar en medio de esta pandemia que no tiene final y la tristeza se convierte en  impotencia, pero en una impotencia que te paraliza y a la vez te llena de temor, no por ti, sino por tus seres queridos, hijos, nietos, familiares y amigos, también por los no tan amigos, pero que de alguna forma han entrado a tu vida a través de una canción, un libro o una película. 

El Señor lo cura todo.

El Señor nos dice «Vengan a mí los que estén cansados y agobiados» (Mt.11, 28-30) y voy. El me cubre con sus brazos amorosos, solo ahí encuentro el descanso y siento que mi carga se hace ligera, porque no debo seguir buscando una simple curita para curar el alma cuando tengo la oración que me da la plenitud del descanso, al saber que su promesa es verdadera y que solo Él endereza lo que está torcido. Oremos sin descanso, por nosotros y por el mundo entero con la seguridad de que Él está obrando.