Sáb. Jul 27th, 2024

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ESTE ES MI HIJO AMADO

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Hoy celebramos la Fiesta del Bautismo del Señor. Hoy vemos los signos del agua, la voz y el Espíritu Santo en forma de Paloma. Es como si viéramos como Dios hace presente la creación que se restaura. El agua que cubría las aguas en el principio cuando se estaba todo poniendo en orden. Su Palabra, el Davar, dando forma a la creación.

Por eso, hoy vemos este mismo Espíritu, juntamente con la Palabra, dando hoy vida a toda la creación. No como al principio, sino haciendo una nueva creación.

Ver a Jesús emergiendo de las aguas es ver y contemplar lo que el Padre pretende hacer en nosotros. Jesús no necesitaba ser bautizado. El bautismo es para hacernos hijos de Dios, herederos del Reino y miembros de la Iglesia; el bautismo se otorga para quitar el pecado del mundo. Jesús ya era Hijo de Dios, no tiene herencia porque él mismo es el heredero y no necesita ser miembro de la Iglesia porque ella es su esposa. Él no tiene el pecado del mundo, es decir, la soberbia, porque él es el humilde Cordero.

Entonces, ¿para qué fue bautizado Jesús? Para que se cumpla así todo lo que Dios quiere. Jesucristo entró a la fosa de la muerte con la asistencia del Espíritu Santo y venció al demonio cuando fue tentado. ¿Cómo lo venció?

Hay un Salmo que lo explica muy bien. Dice: «Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza, (mi salvador, que de la violencia me has salvado). Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio. Invoco a Yahveh, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos. Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial, los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la Muerte. Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo, resonó mi llamada en sus oídos. El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies» (Sal 18,2-8.10). Lo primero que vemos en estos versículos es la palabra «yo te amo.» Es como una respuesta que da Jesucristo ante la tentación del demonio que pone en duda el amor del Padre ante su Hijo. Las olas de la muerte son los siete pecados capitales que son las tentaciones sutiles de Belial para que negué os la paternidad de Dios en nuestra vida.

Hoy, en esta Fiesta, podemos contemplarlas vencidas en Jesucristo. Este ‘yo te amo‘ para nosotros está en relación con el Escucha Israel (Shemá Isael). Eso está en relación con la palabra más fuerte de la pericopa: «Éste es mi Hijo, el amado, en quien me complazco» (Mt 3,17). Este logión está en relación con el logión del relato de la Transfiguración: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadlo» (Mt 17,5). Aquí está el mandamiento principal: amar a Dios (cf. Dt 6,4).

¿Qué celebramos?

Celebramos que hoy Dios quiere que aprendamos de su Hijo que emerge de la muerte, de las tentaciones, del seol, sin caer. Que tiene Espíritu Santo y se manifiestan sus siete dones que destruyen las olas de la muerte.

Dejemos que la Paloma se pose también en nuestra cabeza y salmodie un cántico nuevo. Que podamos ver nuestra vida hecha una nueva creación y veamos nuestra historia como una historia de salvación.

Por eso, bendigamos, alebemos, y démosle gracia a Dios nuestro Padre y a su Hijo y, al Espíritu Santo que se nos ha dado. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.