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SENTIDO DE LA TRISTEZA: CUSTODIOS DE LA ALEGRÍA.

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EVANGELIO DE HOY: 19/5/23 (Jn 16,20-23a).

En el pasaje de este día, Jesús sigue advirtiendo a sus discípulos que tendrán momentos de tristeza. Esto es inevitable. Pero una cosa es ser un seguidor de Cristo triste, y otra es experimentar situaciones de tristezas. Los discípulos no se están inventando las razones de su aflicción; les llegó la ocasión de vivirla. Tienen los ojos fijos en Jesús e imaginarse sin Él, les resulta difícil.
 
Pudiéramos considerar que la tristeza de los discípulos es saludable y comprensiva. En cambio, nosotros tenemos que discernir si los motivos de nuestras tristezas también son beneficiosos al espíritu. La tristeza buena, el Señor la compara con “dolores de parto”; un ejemplo que no necesita mucha explicación. Se trata de unos dolores cargados de esperanza. De hecho, se da una mezcla de dolor y alegría convergiendo.
 
La tristeza no derrumba cuando estamos anclados a la promesa: “Volveré a verles y se alegrará su corazón”. Si uno está pasando por un momento de angustia no puede hacerle “cama” a la agonía. Hay que buscar la raíz de la felicidad buceando hondo y recuperar la promesa. No tiene sentido ahogar la fe en el desánimo. La fe en Jesús nos saca del abismo. ¿En qué estamos apoyados: en el sentimiento transitorio o en la persona de Jesús, que nunca pasa?
 
La alegría que da Jesús, que es la alegría del Espíritu Santo, prevalece siempre y es nuestra tarea custodiarla. Es una alegría que nace de dentro, no de fuera. Por eso, en ocasiones, podemos tener tristeza, por realidades que se escapan de nuestras manos y mantener el corazón en paz, sereno, dispuesto con su Señor. ¡No inventemos tristezas!, inventar tristezas es envenenar el alma y ser mal agradecidos.
 
El Espíritu nos trae la fuerza para recuperar nuestra alegría. La perfecta alegría nace con la mirada del Señor a nuestra pequeñez. Un corazón alegre es tesoro del cielo; es regalo fecundo, gracia suprema; nadie le puede robar o quitar la alegría porque no tienen acceso. El evangelio nos pide: estemos alegres, siempre, en el Señor. ¿A quién o a qué vamos a dar las llaves de la alegría?
 
Señor, gracias por el ejemplo de san Pablo: ya sea con palizas o medio muerto a palos, siempre con ese corazón encendido de amor por ti. La llama del amor no permite que se apague la alegría. Que no me descuide con amarte, para  tener una sonrisa interior sincera y prolongada; de esas que nacen del alma satisfecha de haber encontrado su razón de existir.
 
1. ¿He encontrado la verdadera alegría? ¿Debo bucear más hondo hasta encontrarla en Cristo? 
2. ¿Qué cosas, personas, realidades, me pudieran robar la alegría; la pienso soltar? 
3. ¿Cómo ayudo a los hermanos y hermanas a cultivar la esperanza en medio de situaciones difíciles?