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CONFIANZA Y FE: PORQUE ÉL ES REFUGIO SEGURO.

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LECTURAS DE HOY: 10/7/23 (Gn 28,10-22; Sal 90; Mt 9,18-26).

El Salmo 90 nos muestra la raíz de la confianza: “habitar al amparo de Dios”, “permanecer en su sombra”. Trae la imagen de no apartarse de su gracia, sino de mantenerse en su protección porque Él es refugio seguro. Dice el orante, como quien parafrasea las palabras de Dios: “Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé”.
 
El evangelio nos pone dos ejemplos de lo que significa conocer el nombre de Jesús y acercarse a Él. Ese personaje que se arrodilló ante Jesús, suplicándole por su hija muerta, nos habla de qué tan honda puede llegar la confianza y, con esta, la fe. La hija acababa de morir. Pero él no se conformó con la muerte cuando sabía dónde estaba la fuente de vida. Fue por el agua de vida; y el Señor no se la negó.
 
Cuando Jesús iba personalmente a casa de la niña, una mujer en agonía le tocó primero. El Señor iba y sigue yendo por los caminos, dando vida a todos los que en Él confían y creen. Todos beben y nunca se agota la fuente de la misericordia. Cuando experimentemos que se nos va la sangre, la vida, inútilmente, podemos detener los surcos de la muerte abrazando la persona de Jesús. No tengamos pena de tocarlo. Porque como resultado, nos espera su elogio y reconocimiento: se alegra con nosotros por haber demostrado nuestra confianza y nuestra fe.  
 
En el pasaje, donde todas las personas vieron «la muerte», el Señor vio, en su misericordia, que la niña estaba dormida. Hay que pedir a Jesús que entre a nuestra casa para que nos despierte de los sueños que no tienen horizontes ni mensajes de esperanza. Cuando domina el letargo, la dejadez, el sin sentido, es el momento de permitir que Jesús nos tome de la mano y nos ponga en pie.
 
No importa que todos toquen flautas fúnebres a nuestro alrededor; en otras palabras, no importa que todos tengan conclusiones cerradas con relación a casos que parecen perdidos. El Señor tiene autoridad para echar a todos fuera y hacer la obra. Él está con nosotros en la tribulación. Por eso, en confianza y fe, decimos con el salmista: “Dios mío, confío en ti”.
 
1. ¿En quién tengo puesta mi confianza? 
2. ¿Dónde estoy buscando apoyo y protección? 
3. ¿Ya me ha despertado el toque del Señor? 
4. ¿Cómo diferenciar el “sueño” de Jacob, en Antiguo Testamento; y el caso de la “niña dormida” en el relato del evangelio?