Vie. Jul 26th, 2024

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OCTAVARIO POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

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Hoy, tercer domingo del Tiempo Ordinario, estamos en medio del Octavario por la Unidad de los Cristianos. ¿Qué significa esto?

La Iglesia celebra tradicionalmente a principios de año, especialmente, del 18 al 25 de enero, el Octavario por la Unidad de los Cristianos. Son unos días de súplica a la Santísima Trinidad, por la unidad de la Iglesia, por la unidad de todos los cristianos.

Es un escándalo frente a los no cristianos, contemplar la lucha que llevamos todos los que decimos que creemos en Cristo Jesús, por vivir cada uno nuestra propia “fe”, como si fuera lo más importante para mí, y no vivir conforme la Fe en Jesucristo, el Señor, el que todo el tiempo, deseó, que todos fuéramos uno con El, como lo era El con el Padre.

Eso lo vemos en la Oración Eucarística que El hace en la Ultima Cena cuando ora: “Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como lo somos nosotros… Pero no te ruego solamente por éstos, sino también por los que crean en Mí por su mensaje: que sean todos uno, como Tú, Padre, estás identificado conmigo y yo contigo; que también ellos lo estén con nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste.

Yo, por mi parte, la gloria que Tú me has dado se la dejo a ellos, para que sean uno como nosotros somos uno – Yo identificado con ellos y Tú conmigo – para que queden realizados alcanzando la unidad, y así conozca el mundo que Tú me enviaste y que les has demostrado tu amor como me lo has demostrado a Mí.” (Juan 17, 11; 20)

La Oración de Cristo alcanza también a quienes nunca se han contado entre sus seguidores, (estos creerán por el mismo testimonio de los cristianos). Recordemos las palabras de Jesús: “Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño con un solo pastor. (Jn 10, 16)

En el Octavario por la Unión de los Cristianos pedimos por nuestros hermanos separados; hemos de buscar lo que nos une. Junto a la unidad inquebrantable en lo esencial, la Iglesia promueve la legítima variedad en todo lo que Dios ha dejado a la libre iniciativa de los hombres. Por eso, fomentar la unidad supone al mismo tiempo respetar la multiplicidad, que es también demostración de la riqueza de la Iglesia.

Con este octavario, podemos dar un paso en ese identificarnos con los mismos sentimientos de Jesús. La Iglesia que es divina, es también humana, porque está formada por hombres y los hombres tenemos defectos, todos somos polvo y ceniza (Ecclo 17, 31) Por nosotros mismos no somos capaces sino de sembrar la discordia y la desunión. Dios nos sostiene para que sepamos ser instrumentos de unidad, personas que saben disculpar y reaccionar sobrenaturalmente.

Demostraría poca madurez el que, ante la presencia de defectos en cualquiera de los que pertenecen a la Iglesia, sintiese tambalearse su fe en la Iglesia y en Cristo. La Iglesia no está gobernada por Pedro, Pablo o Juan, sino por el Espíritu Santo. Jesús tuvo 12 Apóstoles, uno le falló…

El Señor funda su Iglesia sobre la debilidad – pero también  sobre la fidelidad de unos hombres, los Apóstoles, a los que promete la asistencia constante del Espíritu Santo.

En el Octavario del 2005, decía Juan Pablo II: “Sin oración y sin conversión no hay ecumenismo.” Y Paulo VI en su Evangelii Nuntiandi, expresaba: “La fuerza de la evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por tantas clases de rupturas.  ¿No estará quizá ahí uno de los grandes males?… El Evangelio que nos ha sido encomendado es también palabra de verdad. Una verdad que hace libres (Jn 8, 32) y que es la única que procura la paz de corazón: esto es lo que la gente va buscando cuando le anunciamos la Buena Nueva.

La verdad acerca de Dios, la verdad acerca del hombre y de su misterioso destino, la verdad acerca del mundo. Verdad difícil que buscamos en la Palabra de Dios, y de la cual nosotros no somos, lo repetimos una vez más, ni los dueños, ni los árbitros, sino los depositarios, los herederos, los servidores. Esto supone, un amor fraternal siempre creciente hacia aquellos a los que evangeliza.” (E.N. 77, 78) En la Segunda Lectura de hoy, San Pablo nos pide igual, que como lo hacía con los Corintios, que nos pongamos de acuerdo y que no andemos divididos: “Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir”. (Cor 1, 10-13)

Pidamos a nuestra Madre María de la Altagracia, cuya fiesta acabamos de celebrar, que nos ayude a mantener la unidad de nuestra Iglesia, y la de los demás cristianos para que pronto podamos ser, un solo rebaño con un solo pastor. Amén