Vie. Abr 19th, 2024

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Palabra y Biblia.

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Hoy más que nunca es necesario detenernos en la Palabra Divina para desentrañarla, porque sabemos que es La Palabra por excelencia dirigida a toda la humanidad.

Es por La Palabra que el Todopoderoso originó el universo, y de manera particular creó la humanidad. Por La Palabra formó, liberó y guió a su propio pueblo; con la palabra del Decálogo instruyó sobre los principios vitales de la vida; con La Palabra envió a hombres y mujeres con encargos especiales que acompañaron a su pueblo.

Y llegaron los nuevos tiempos, las profecías se cumplieron, pues, “…la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros…(Jn. 1, 14).” Así lo quiso la Santísima Trinidad, y así lo aceptó la Santa Virgen al responder: “Aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra” (Lucas 1, 38). “Dignidad de ser la Madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo…” (Lumen Gentium # 53)

Ella, por ser fiel a esa Palabra se convirtió en la bienaventurada entre todas las mujeres (Lucas 1, 42); razón por la que expresó: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones (Lucas 1, 48), porque: “Dichoso aquel que escucha la Palabra y la pone en práctica” (Lucas 11, 28). De  aquí que podemos entonces decir que, la Virgen María nos enseña la forma para acoger, vivir y profundizar esa Palabra, a dejarnos tocar por ella, aún cuando no la entendemos.

Y surgió entonces la Iglesia por el llamado que el Hijo de Dios hace a hombres y mujeres de todos los tiempos y culturas; para que vivamos en la fe, esperanza, caridad y misión de Cristo. Llamado que nos convoca a celebrar y a compartir La Palabra y los sacramentos con verdadero ardor y convicción. Llamado que debe seguir transmitiéndose a través de cada uno de nosotros, pues somos los actores del presente con los que el Señor y la Iglesia cuenta. “A esta labor de animación evangélica están llamados, junto con todos los hombres de buena voluntad, todos los cristianos y de manera especial los laicos”. (Centesimus annus, número 25).

LA PALABRA AL DÍA DE HOY.

Hoy como ayer, La Palabra se sigue manifestando, proclamando y ella nos santifica; pero requiere que la retomemos permanentemente para saberla vivir y proyectar ante los nuevos retos que el transcurrir de los tiempos nos van presentando. Somos herederos de toda La Palabra recibida a través de la Iglesia; y deseamos como iglesia seguir creciendo en ella, asumiendo nuestra misión de ser fieles portadores de ella. Pero no olvidemos, como indica Evangelii Nuntiandi, número 75, que «gracias al apoyo del Espíritu Santo, la Iglesia crece» (Hch. 9, 31).

El es el alma de esta Iglesia. El es quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio. El es quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por El, y pone en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado.” Recibamos y vivamos La Palabra cada momento de nuestra vida.