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DOS ENAMORADOS SE NOS FUERON EN EL MES DEL AMOR

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En este mes de febrero del 2020, se nos adelantaron a la casa del Padre dos enamorados de la verdad, de la justicia, de la fe, sencillamente del Señor Jesús, a quien siguieron desde muy jóvenes.

El primero, nacido en la villa heroica de Moca, abrazó la vida sacerdotal y desde la caridad pastoral e intelectual se convirtió en faro de luz en medio de las oscuridades de los hombres y mujeres de esta Arquidiócesis que fueron mil veces guiados, acompañados y aconsejados por su potente voz, que tuvo como principal tribuna a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra: el Padre Richard.

El segundo vino de las frías tierras de Canadá, apenas pronunciando alguna palabra en español, para luego tener que reaprender el español del campesino cibaeño. Su capacidad de trabajo, incluso más allá del plano pastoral, pero sobre todo el empeño y la alegría que manifestaba en todo hizo que cada persona sintiera de manera especialísima la cercanía del Corazón de Jesús en cada hogar que fue tocado y bendecido por su ministerio sacerdotal: el Padre Beltrán.

Ambos fueron dos enamorados del proyecto salvífico de Cristo. Ambos fueron fieles amantes de la Iglesia, del pueblo, de la gente. Estos dos sacerdotes supieron vivir su fe en medio del mundo con carácter profético, anunciando siempre todo lo bello y verdadero de la humanidad, y denunciado los males que nos afectan, señalando siempre el pecado como raíz de los mismos.

Richard y Beltrán salieron muy poco en la prensa, pues en la prensa solo sale lo contrario: las debilidades y miserias de quienes pierden el rumbo por no tener sus ojos fijos en el Señor.

Ejemplo para todos.

Como seres humanos serán siempre ejemplo para una humanidad que va perdiendo sus valores integrales, únicos capaces de distanciarnos del hombre primitivo, de que no ha evolucionado. Ambos Fueron bondadosos, trabajadores, solidarios, estudiosos, respetuosos, y adornados con casi todos los valores que deben adornar a una persona.

Como cristianos cumplieron su misión. Fueron luz en medio de tantas oscuridades, y sal en medio del sin sentido a que nos lleva la elevación del tener por encima del ser.

Como sacerdotes serán siempre modelos a seguir por su fidelidad sin amarguras, su desapego al dinero sin complejos de pobreza, su vida casta sin santurronerías, silenciosa sin complejos de inferioridad, orante sin palabreríos ni pantalla, y activamente pastoral, sin caer en el vacío activismo.

Sus legados.

Los espacios áulicos de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra  notarán por siempre la ausencia del Padre Richard, sobre todo su amada pastoral juvenil universitaria, aunque él seguirá viviendo en la mente y el corazón de todos los jóvenes y adultos que se encontraron con Cristo por medio de él.

Los sagrados muros de la parroquia Nuestra Señora de La Altagracia sentirán por siempre la ausencia física del querido Padre Beltrán, sobre todo los niños que junto a sus padres eran llevados por él al pie de la imagen de la protectora de los dominicanos, para que fuera ella quien se los presentara a Jesús y que él los bendijera.

Pero también lo extrañarán tantas personas que se acercaban a él buscando una ayuda económica a sus males, y nunca se fueron con las manos vacías. El Padre Beltrán ayudaba siempre, pues prefería que lo engañaran a dejar de ejercer la caridad que aprendió del Señor.

Los dos fallecieron en el mes del amor. Y es que no podía ser de otra manera, pues ambos fueron enamorados fervientes de Jesús, que supieron ver todo lo humano desde la óptica y la lógica amorosa de Dios. Ellos seguirán siendo ejemplo vivo de dos corazones que conocieron el amor de desbordante de Dios y pusieron en este amor inefable su ideal de vida.

Cuando contemplamos sus vidas de santidad, mantenida incluso hasta sus últimos hálitos de vida, entonces nos damos cuenta de que necesitamos más sacerdotes, más matrimonios y más cristianos enamorados de Jesús como lo fueron estos dos gigantes de fe.

Que allá arriba, en el cielo, ellos intercedan por todos nosotros, y acá abajo, en la tierra, el Señor nos regale más enamorados del verdadero Evangelio como Richard y Beltrán.