Al más impulsivo le entregaron la responsabilidad.
2 min readPedro, haces que mientras uno lea sobre ti, tenga sentimientos encontrados: haces que uno se moleste (ej.: cuando le cortaste la oreja a soldado y luego negaste a Jesús), que se alegre (cuando reconoces quién es Jesús) y que se enternezca (cuando le repites a Jesús cuanto le amas).
¡Y nada! querido Pedro haces que nos veamos reflejados en ti. Cuando las cosas van bien queremos hacer chozas para perpetuar ese momento junto a Jesús, cuando nos vemos en aprietos, renegamos de nuestra fe, y cuando descubrimos que no hay nada más importante que Jesús nos volvemos locos diciéndole lo mucho que le amamos.
Pedro, eres un ejemplo de nuestras miserias y de la gloria que pudiéramos alcanzar en Cristo.
Imagino, lo tenso que te pusiste al recibir las llaves del Reino de las manos del Señor, ¡qué digo yo! asustado debiste estar cuando caíste en cuenta de qué se trataba, en que lío, tan tranquilamente, te metió el Señor.
Pero mira Pedro, ya con papa Francisco, 266 hombres han recibido esa responsabilidad. Se han puesto tus zapatos.
Pedro, eran necesarios tus impulsos, tus arranques, tu reconocimiento del Señor y tu amor hasta las lágrimas por él, porque por eso hoy podemos reconocer que el Señor es quien elige, quien nos llama a ser como tú, pescadores de hombres y a través de ti nos confirmó la confianza que tiene en sus hijos.
Desde tu silla, querido Pedro, el Espíritu Santo guía la Iglesia.