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¡Mira a tu rey, que viene a ti, humilde…!

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Domingo de Ramos 2020

Este apertura la Semana Santa, tiempo litúrgico fuerte, rico en contenido y en intensidad. En ella celebramos la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo, introduciéndonos en el misterio central de nuestra fe cristiana: la Resurrección. La liturgia nos hace revivir la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, que contrasta con la lectura de la Pasión de nuestro Señor en el evangelio de este día. Al contraponer estos dos momentos de la vida del Señor, triunfo y humillación, se establece una antítesis, más aparente que real, pues son los aspectos complementarios de la misma realidad.

a) Del libro del profeta Isaías 50, 4-7.

En este pasaje contemplamos la misión profética del Siervo sufriente, que tiene lengua de discípulo, de receptor y transmisor de la enseñanza revelada, con la palabra que ha recibido, que es fuerza de Yahveh, sostiene al cansado, al Israel histórico y desilusionado. Con la bella imagen del despertar mañanero a la voz de Yahveh, “cada mañana me espabila el oído”, sugiere en nosotros el misterioso contenido de la revelación. Desterrado y lleno de vejaciones, azotado, escupido y abofeteado, realidades simbólicas de todos los escarnios y humillaciones, supo obedecer al Señor, supo aguantar. Los evangelios sinópticos dependen de este pasaje al pintarnos la situación de Jesús ante Pilato.

b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 6-11.

La ciudad lleva el nombre de Filipos, en honor al padre de Alejandro Magno, primera ciudad de la provincia de Macedonia, Colonia romana con derecho de ciudadanía. Ésta fue la primera ciudad europea visitada y evangelizada por Pablo y Silas (Hech. 16). Allí una mujer de buena posición, llamada Lidia, comerciante de púrpura en Tiatira, fue la primera “europea” convertida al Evangelio por la palabra del Apóstol. La Carta a los Filipenses fue escrita durante un arresto en Roma, para agradecer a los filipenses la ayuda que le habían enviado en varias ocasiones, sin renunciar a su oficio de animar y exhortar a perseverar, vivir en armonía, ser humildes y obedientes siguiendo el ejemplo de Cristo.

c) Del Evangelio de San Mateo 26, 14-27, 66.

El Mesías de la entrada en Jerusalén es menos triunfalista y está más cerca del Cristo de la Pasión de lo que puede parecer a primera vista. Sería incurrir en una confusión sobre el mesianismo de Jesús, como sucedió a la gente y a los mismos apóstoles, el calificar de triunfal una entrada que de hecho fue mesiánica, es decir, humilde y no con poder político; de servicio y no de dominio; de paz y oferta de salvación de Dios para la ciudad incrédula y no de triunfalismo sobre los adversarios de Jesús que Él bien conocía.

Se pueden hacer dos lecturas del mismo hecho, como sucedió en realidad: la actitud del pueblo y de los mismos discípulos de Jesús: Mesianismo triunfalista y político, acorde con las esperanzas judías. Y Mesianismo religioso y espiritual; actitud de Jesús quien, consciente de su condición de Servidor tanto del Padre como de los hermanos, camina entre aclamaciones de realeza mesiánica hacia su Pasión. Así que la entrada en Jerusalén es el primer paso, una proclamación anticipada de su glorificación definitiva por el Padre mediante su Resurrección de la muerte y del sepulcro.

San Mateo, en el relato de la Pasión, pone de relieve dos cosas: la grandeza de Jesús ante la perfidia de sus acusadores, y el motivo por el cual sufrió todas esas afrentas: lo hizo porque Él es el Siervo sufriente, anunciado por los profetas, que cargó sobre sí nuestros pecados. Su pasión constituye el punto culminante de su existencia humana y de la obra de la Redención.

Reitero la invitación a los queridos lectores a vivir una santa semana, a los pies del Maestro, orando por nuestra salud y la del mundo entero.