Vie. Abr 19th, 2024

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SU ABRAZO ES LA CRUZ

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William-Adolphe Bouguereau (1825–1905), "Compassion"

Para una Semana Santa en tiempo de Coronavirus

3. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta.
4. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.
5. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cicatrices hemos sido curados;
(Isaías 53, 3-5).

No encontré mejor cita bíblica que esta de Isaías 53, 3-5. En ella se nos pone delante la figura de Jesús que, a pesar de ser despreciado por los hombres de su época, se dispuso a morir en cruz, para redimir a la humanidad. Ese Mesías que pisó la tierra y se adentró en la realidad humana, ese que fue azotado, escupido, burlado, ignorado… fue capaz de dirigir los ojos a su Padre del Cielo y decir; ¡Perdónalos, porque no saben lo que hacen! Ese Jesús, de quien nos relata Isaías en su profecía, es el Jesús que sale a nuestro encuentro, no sólo en esta cuaresma sino en cada día que se nos pone delante, en cada sueño, en cada anhelo, en cada llanto y en cada esfuerzo.

Esta cuaresma, que muy probablemente hayamos planificado de forma distinta a la que estamos viviendo, es la que Dios ha querido para hablarnos al corazón. Muchos han escrito en sus redes, han pronunciado en sus discursos, han lamentado en sus oraciones, que no pudimos vivir una Cuaresma fructífera, o que no habrá Semana Santa… algunos se han preocupado porque los retiros planificados no se dieron, que los jóvenes no vivirían Pascua Juvenil, que Jueves, Viernes y Sábado Santo serán sosos.

También hay quienes lamentan no poder vivir un fin de semana que hubiese sido estupendo, en un hotel que ya habían apartado, o que se quedaron con el gustico de la sal y el sol que ofrecen las playas dominicanas, y otros que, siendo precavidos, aseguraron en sus despensas el «romito pascuero» que acompañaría unas partidas jubilosas de dominó. Pero esta es la que nos ha tocado: todos en casa, salvaguardados por una cuarentena que pretende apaciguar los efectos de un virus que, con corona incluida, ha nacido para posponer espectáculos, desprogramar agendas, vaciar plazas, pero también y tristemente… para ocasionar muertes, dolencias y pánico.

Quiero refrescarles la memoria y que tengan pendiente que la cuaresma es el “caminar con Jesús en el desierto; es acompañar al Pueblo de Israel en su marcha a la tierra prometida, luego de haber vivido como esclavo de los egipcios; es estar en el arca de Noé durante los días del diluvio”.

Entonces… preguntémonos… ¿acaso hubiésemos podido vivir mejor Cuaresma que esta? Nos faltará recibir la comunión, estar, de manera presencial, en las misas de Semana Santa, vivir la Vigilia de Pascua sentados en el mismo banco que ocupamos todos los años, pero… no faltarán los elementos de la Cuaresma: “el desierto” son las calles llenas de silencio y miedo, en donde queda la incertidumbre que retumba en nuestro interior y dice ¿Hasta cuándo será esto?… “el ayuno” es el sacrificio que hemos hecho de la rutina y nuestra agenda…; “la penitencia” son las líneas de acción que rigen nuestros días encerrados en casa…; “la oración” es aquella que ha surgido de los labios de todo creyente, y hasta del no creyente, mientras lee las estadísticas diarias, que es mayor el número de los infectados y muertos que el de los recuperados.

Nuestros desiertos actuales.

Nuestro “andar por el desierto, junto a Israel”, lo hacemos siempre que expresamos: “¡Así no quiero vacaciones yo no!”, o cuando elevamos los ojos al cielo y suspiramos porque pensamos en una estrategia para conseguir el alimento del día de mañana… nuestro “diluvio” está en los audios morbosos y falsos que intentan confundirnos en la situación que estamos viviendo, brindándonos  formación errónea acerca del virus y sus posibles soluciones… el diluvio está en todos esos reportes de los noticiarios que más que darnos paz, nos acrecientan el miedo.

Sentimos que no damos para más, cuando… en esa oración… podemos recordar que “el desierto” no es para siempre, que llega el momento en el que nos toca entrar en la tierra que mana leche y miel… “el diluvio” se detiene y en el cielo se pinta una promesa de colores, que nos asegura la calma y nos recuerda la alianza de Dios con nosotros. Ese Dios que envió, por amor, a su Hijo… ese  hijo que, para hacernos felices y libres, entregó su cuerpo en la Cruz… esa Cruz que nos devuelve la vida… y esa Vida que es el Espíritu de Dios que habita en nosotros.

Es una cuaresma distinta… no te sentarás en el mismo banco en esta semana santa… habrá que quitarse de vez en cuando la mascarilla para tomar del romito… el resort se ha pospuesto… quizás no haya intercambio de habichuelas con dulce, serán sólo para los de la casa, pero… si te aferras a la esperanza, si miras el crucifijo y recuerdas a ese Jesús clavado en la cruz, te darás cuenta que sus brazos están abiertos, y ellos quieren abrazarte. Jesús no usa mascarillas, no te habla a la distancia mínima de un metro, no te niega el abrazo, porque Él no se contagia.

Él te llama por tu nombre, y aunque le has despreciado y escupido con tus maldades, Él te recibe, porque te ama. Déjate amar por Jesús este y todos los días; que Él sea la playa en la que refresques tu interior; que su evangelio sea tu mensaje de Pascua Juvenil, que tu testimonio sea la música de los salmos del Sábado Santo, y que tu «jumo» sea un «jumo celestial en Cristo» que extiende sus brazos y te abraza, te dice te amo, y te protege ante cualquier tempestad.

¡Esta es la verdadera cuaresma, en la que la muerte y la tristeza nos ronda, pero tras ellas, la vida y la alegría nos apremian!
¡Viva Jesús, nuestro amante de la Cruz!

César D. Arias
Seminarista

P.D. (La redacción comparte esta hermosa canción de autoría de Cesar David Arias que nos va bien en estos días que vive el mundo con la pandemia y la Semana Santa)