Vie. Abr 26th, 2024

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Domingo XVI del Tiempo Ordinario. Ciclo A. “Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.”

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La liturgia de la Palabra de éste y de los próximos domingos quiere hacernos reflexionar sobre un tema central del Evangelio: el Reino de Dios. Cada domingo, a través de las parábolas, nos acercará a una faceta distinta de este misterio.  Hoy la parábola que nos habla del Reino es la de la cizaña y el trigo.

La parábola nos habla del Reino, no lo perdamos de vista. Y recalca que el dueño del campo corrige la impaciencia de los criados. Ellos querían arrancar la cizaña cuanto antes. El dueño les hace esperar hasta la hora de la siega.

El mundo es el campo de la parábola. Y en el mundo, como en aquel campo, observamos la presencia simultánea del bien y del mal. Una presencia no sólo simultánea, sino tan entrelazada y entretejida, que resulta difícil distinguir el bien y el mal. En el campo no crece el trigo en un lado y la cizaña enfrente. Trigo y cizaña se encuentran mezclados. Crecen tan juntos que no se podría arrancar uno sin arrancar la otra.

Dios es paciente, da tiempo al tiempo, pero se las ingenia para hacer que la espera esté llena de llamadas y de gracia. La paciencia es una espera amorosa, convencida de que, por don de Dios, cada persona es un ser de posibilidades.

La parábola se construye sobre un determinado esquema temporal. Existe un tiempo en que “el hombre siembra buena semilla”; otro en el que “la gente duerme” y en el que interviene “el enemigo”.

El bien y el mal crecen juntos desde que el hombre es hombre; el relato de Adán y Eva nos enseña, entre otras cosas, cómo el mal surge con el primer hombre, que en un momento dado rompe la armonía entre él y Dios, dejando así marcada la marcha de la historia de la humanidad.

Segunda Lectura.

En la Segunda Lectura el Espíritu Santo es nuestro divino huésped. Espíritu de Cristo, da ímpetu a nuestra oración y tensión espiritual y orientación trascendente a toda nuestra existencia de acá. Por esto nuestra oración y nuestros anhelos ya no son de orden humano, sino propios de hijos de Dios: Son estos gemidos inenarrables, son estos anhelos de santidad, son estas añoranzas del cielo, son estos sentimientos filiales con Dios que todos los cristianos experimentamos en lo más íntimo de nuestros corazones. No es nuestra voz; es la voz del Espíritu Santo en nosotros.

Pablo a esta luz ve la vida del cristiano, aún ahora en su peregrinación, rebosante de paz y gozo. Tiene como prenda y garantía de su Salvación al Espíritu Santo, huésped en su corazón.

En efecto, el reino de Dios crece en nosotros, ante todo, mediante la oración. En la plegaria, la debilidad del hombre se encuentra con el poder de Dios.

Evangelio del trigo y la cizaña.

Jesús, con la parábola del buen trigo y la cizaña, que él mismo interpretó y explicó, revela la razón y el significado de esta trágica realidad. En primer lugar, afirma claramente que existe el mal, está presente y es dinámico en la historia de los hombres. Sin embargo, no puede provenir de Dios, el creador, que por esencia es el bien infinito y eterno.

Dios es el sembrador del buen trigo; primero con la creación misma, que es radical y metafísicamente positiva, y luego con la Redención, porque «el que siembra la buena semilla es el hijo del hombre. La buena semilla son los hijos del reino». El mal proviene del «enemigo» y de quienes lo siguen: «La cizaña son los hijos del maligno y el enemigo que la sembró es el diablo».

En la explicación que el mismo Jesús ofrece de esta parábola, las comparaciones con las imágenes (campo, trigo, cizaña…) nos ayudan a reconocer cómo el Reino de los Cielos se afirma allí donde el hombre deja espacio a la iniciativa y a la paciencia infinita de Dios. La paciencia de Dios, que es misericordia, se llama Jesucristo.

Es la paciencia de Cristo que hace posible la victoria en la lucha contra el mal, la impaciencia del hombre corre el riesgo de ser auto-destructiva: todo sería destruido, el trigo bueno y la hierba mala, y el campo correría el riesgo convertirse en un desierto.

ver en su blog Matergloriosa