¿”Qué soy”? Ni vidente ni no vidente. Talentos ocultos pero a la vista de todos.
5 min readCompartimos este artículo en nuestra columna «Esparciendo lo Bueno» por ser una historia digna de emular por la valentía y coraje de este joven que descubre sus talentos ocultos en medio de su ceguera y le hacen caminar hacia adelante. En estos momentos difíciles se necesita de estos referentes para seguir adelante en medio de esta difícil situación que vive el mundo actual.
ESPARCIENDO LO BUENO.
Hoy: Ronny Leyba, no-vidente, abogado, informático e inspector de trabajo.
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Ronny Leyba es un joven de 31 años de edad. Después de perder la visión se hizo abogado, inspector de trabajo, técnico y profesor de informática y defensor de los derechos de las personas con discapacidad.
A los 13 años le diagnosticaron una patología visual conocida como Maculopatía que le obligó a dejar la escuela a los 14 años, cuando cursaba el segundo de bachillerato, lo que mermó pero no sepultó sus deseos de superación.
En ese entonces, 2007, tanto Ronny Román Leyba, como sus padres carecían de información y orientación, por lo que salir del aula fue la única opción que vieron la mañana en que su profesora de literatura y directora del colegio, convocó a sus padres a una reunión para decirle que su hijo tenía serios problemas de visión.
No alcanzaba a ver nada de la pizarra y en el cuaderno empezaba a escribir en una línea y terminaba en otra. Cuenta que aunque tenía baja visión desde niño, siempre fue muy independiente.
Al dejar la escuela, no perdió la esperanza de aportar para su sustento, así que se dedicó al trabajo informal: pasando por talleres de ebanistería, ventorrillos, floristería, lavandería, vendedor de salchichas y de bizcocho en una “guagüita” junto a un amigo, pero en el que más se destacó fue como lavador de vehículos, recorriendo casi todos los Lava autos ubicados en la zona Oriental, oficio en el que estuvo desde sus 14 hasta los 20 años.
Lavando carros encontró la luz
Fue justo en esa labor que encontró el sendero que trazó su destino, arrojando luz a su casi completa oscuridad.
Cuenta Ronny que su deseo era estudiar, aprender, ser un ente productivo, pero no sabía dónde acudir, aunque entendía que se podía.
Su convencimiento lo basaba en el ejemplo de un compueblano de sus padres en Monte Plata, el señor Edgar Reyes, escritor y comunicador (falleció recientemente), quien hablaba por radio, pese a ser ciego de nacimiento y luego perder la audición. “Yo decía, si él pudo estudiar que es totalmente ciego, yo que en ese entonces aún veía algo, me decía entonces yo también puedo”.
Cada sábado iba a la casa de don Gilberto, un dominicano retirado luego de vivir por muchos años en EEUU, a lavarle su auto. A él le pidió orientación y éste emocionado le ayudó a encontrar el teléfono de la Fundación Dominicana de Ciegos. Llamó y lo citaron para la semana siguiente. Entre risas, Ronny recuerda que ese día, pese a la distancia, fue dos veces desde donde Gilberto a su casa. Primero a buscar la guía telefónica y luego a buscar a su padre para que dicho señor le hablara de esa posibilidad.
Primer paso
Así lo hicieron y en la Fundación Dominicana de Ciegos conoció un mundo distinto, se alfabetizó en el lenguaje braille, un sistema de lectura y escritura táctil para personas ciegas, se hizo informático y pasó a ser el primer profesor ciego que impartió esa materia a personas con discapacidad visual del Centro de Capacitación para Ciegos (Cecapci), de Santiago.
Terminó el bachillerato, entró en el 2011 a la Universidad del Caribe (Unicaribe) se hizo técnico en informática y luego cambió a estudiar Derecho graduándose en marzo 2018. Antes de que aprendiera a escanear los libros de texto, su madre se los leía todas las tardes y lo grababan en Cassette, que luego escuchaba y aprendía.
Laboró como recepcionista en el Despacho de la Primera Dama y luego pasó al área jurídica, en enero del 2019 participó en un concurso de Oposición para Inspector de Trabajo en el Ministerio de Trabajo, junto a 1,409 abogados, logrando la mejor puntuación en la primera prueba y quedando dentro de los 50 elegidos y designados en julio de ese año.
La limitación la hace uno mismo
Está convencido de que las limitaciones se las ponen las propias personas, ya que él después de perder la visión ha sido más productivo. Sólo se requiere, asegura, fuerza de voluntad, sacrificio y metodología, así como eliminar el pretexto del “pero”.
Dice que cuando veía nunca le había puesto la mano a un teclado de computadora y después de perder la visión no sólo se convirtió en técnico en informática y profesor de personas videntes y no videntes, sino que se convirtió en el técnico del sector Ensanche Isabelita, donde siempre ha vivido, arreglando las computadoras que se dañaban “empecé a picar mis 100 y 200 pesos en ese entonces”.
Inspector de Trabajo
En el 2010 se convirtió en docente de informática, en el 2011 vendía recarga de teléfono en la universidad mientras era estudiante; en el 2013 era multiplicador de temas de VIH y discapacidad; ese año entra al Despacho de la Primera Dama como recepcionista y luego como auxiliar jurídico; el primero de julio 2019 le nombran inspector de Trabajo.
Fue asignado a Santiago donde viajó cada día y luego se instaló en esa ciudad hasta que en enero del 2020 lo trasladaron a la representación local del Ministerio de Trabajo de la provincia de Santo Domingo.
Creó recientemente la Fundación Pro Inclusión Integral de las Personas con Discapacidad (Funprodis), estrenada durante la pandemia del Covid-19.
MIRADAS
¿”Qué soy”?
Ni vidente ni no vidente
La maculopatía afecta el centro de la retina en la parte posterior del ojo que afecta la visión central aguda y sólo tiene residuos visuales en la periférica. Ronny dice que llegó un momento en que no sabía dónde ubicarse, porque los que la padecen están en un punto medio porque ni son ciegos completos, pero tampoco ven bien, por lo que por mucho tiempo se preguntó ¿“yo veo o no veo, qué soy?”.
Su niñez fue la de un niño normal, se crío en el sector Isabelita en Santo Domingo Este, y se la pasó corriendo y volando chichigua, aunque siempre veía una manchita en su ojo al que nunca le prestó atención.