San Carlos Borromeo (1584). Patrón de Catequistas y Seminaristas
5 min readCarlos Borromeo (en italiano, Carlo Borromeo) nació el 2 de octubre de 1538. Era el segundogénito del conde Gilberto Borromeo y de Margarita de Médicis, hermana de Pío IV. A los ocho años de edad (15 de octubre de 1545), recibió la tonsura clerical, de manos del obispo de Lodi, Giovanni Simonetta.
Poco más tarde fue enviado a Milán para cursar los estudios humanísticos, donde tuvo como preceptor a Bonaventura Castiglioni, uno de los reformadores católicos milaneses más reconocidos en la historia de la Iglesia.
En el otoño de 1552 se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Pavía, donde el 6 de diciembre de 1559 obtuvo el doctorado in utroque jure; él había obtenido su doctorado en Derecho canónico y en Derecho civil. El 25 del mismo mes, su tío, el cardenal Juan Ángel de Médicis, fue elegido papa con el nombre de Pío IV. Este hecho fue decisivo en la vida del joven Carlos.
Por aquellos días acude a Roma, llamado por su tío, el nuevo papa Pío IV, un joven de veintidós años. Carlos, con sus veintidós años, llega a Roma contento al ver la suerte que se le viene a las manos. El papa halló en su sobrino el más fiel y abnegado colaborador de su pontificado, a tal punto que en 1561, no contento con los honores ya ofrecidos, le nombró Secretario de Estado. El 1 de junio del mismo año le nombró gobernador de Civita Castellana y Ancona y el mismo día fue proclamado ciudadano de honor de Roma. Todavía en 1561, el 1 de diciembre, Pío IV le nombró gobernador de Spoleto y miembro del Santo Oficio.
Una fecha divisoria en la vida interior de Carlos Borromeo fue la de su ordenación sacerdotal (17 de julio de 1563). Su anterior vida como cardenal no era licenciosa, pero tampoco era la del asceta de los años posteriores. Amaba extraordinariamente la caza y a ella se dedicaba, según algunos, con mayor entusiasmo del que convenía a su dignidad. Jugaba al ajedrez y se divertía con la música. Él mismo tocaba el laúd y el violoncelo. Le gustaba la pompa y la fastuosidad. Le atraían grandemente las veladas literarias y para ello fundó una academia con el nombre de Noches Vaticanas.
El 17 de noviembre de 1564, el papa le dio el título de cardenal presbítero de Santa Práxedes. Pío IV fue el autor de la tercera convocatoria del concilio de Trento. La difícil reapertura se celebró el 18 de enero de 1562, aunque la bula de indicción, de 29 de noviembre de 1560, señalaba el 6 de abril de 1561. Como secretario de Estado, el joven cardenal dirigió la negociación previa y toda la correspondencia entre Roma y Trento.
También logró Carlos del concilio que la reforma de la curia romana se reservase a la decisión del papa, con lo que se evitó una cuestión muy espinosa que hubiera originado serios conflictos. Una comisión cardenalicia encargada de la reforma de la música sacra delegó en los cardenales Borromeo y Vitelli esta misión. Ellos encargaron a Palestrina, maestro de capilla de Santa María la Mayor, la composición de tres misas con arreglo a la norma de hacer una música inteligible.
Como arzobispo de Milán, de donde fue preconizado el 12 de mayo de 1564, quiso implantar cuanto antes en su diócesis las reformas tridentinas. Envió como vicario general a Nicolás Ormaneto con el encargo, entre otros, de abrir un seminario diocesano, cuya dirección y profesores (en número de 30), obtuvo del general de los jesuitas, Diego Laínez.
Para la reunión del concilio provincial, prescrito por Trento, solicitó permiso de Pío IV para ir a celebrarlo personalmente. Hizo la entrada solemne en Milán el 23 de septiembre de 1565. En su viaje de vuelta a Roma, recibió noticias alarmantes sobre la salud de su tío. Apresuró entonces el paso y a duras penas llegó a tiempo para administrarle los últimos sacramentos y recibir su postrer suspiro (9 de diciembre de 1565).
Creó el puesto de vicario general, hizo más ágiles los servicios judiciales y cancillerescos, y veló especialmente por la integridad de los funcionarios y la gratuidad de los servicios. Urgió el cumplimiento de lo prescrito en el concilio provincial referente a la redacción de los libros parroquiales (bautismo, confirmación, matrimonio y sepultura), y al liber status animarum (enumeración de las casas de la parroquia, con el número y edad de sus habitantes; inmigrantes y emigrantes, etc.).
En 1574 dio normas precisas sobre el modo de llevar estos libros y ordenó el envío anual de un ejemplar al arzobispado. En el cuarto concilio provincial mandó que cada párroco hiciera listas nominales de 35 categorías de cristianos de su parroquia. Por estas y parecidas medidas, Carlos puede ser considerado como un precursor de la estadística religiosa. Sus colaboradores y familiares estaban sometidos a una disciplina casi claustral.
La peste de San Carlos
Hay un acontecimiento célebre en la vida de Carlos que define la abnegación y sentido de responsabilidad de su cargo: la llamada peste de San Carlos. Cuando el 11 de agosto de 1576 hacía su entrada solemne en Milán Juan de Austria, gobernador de los Países Bajos, que marchaba camino de Flandes, estalló la espantosa noticia de que había peste en la ciudad.
El arzobispo de Milán, para contrarrestar la peste, hizo pedir limosna por la ciudad y de su patrimonio vendió los objetos preciosos que le quedaban. Incluso cedió las colgaduras de su palacio para hacer vestidos. Dormía escasamente dos horas para poder acudir personalmente a todas partes, visitaba todos los barrios alentando el ánimo de los que desfallecían, administraba él mismo los últimos sacramentos a los sacerdotes que sucumbían en aquella obra de caridad.
Despreció el peligro de contagio, y ordenó un triduo de oraciones públicas y procesiones. Pero la peste siguió en aumento durante el otoño y todo el año siguiente de 1577. Hasta el 20 de enero de 1578 no se declaró su extinción. Por su extraordinaria conducta durante la peste, aquella dura prueba se denominó la peste de San Carlos.
Agotado prematuramente por su trabajo, le acometió una fuerte calentura en una de sus correrías pastorales. Gravemente enfermo llegó a Milán el 2 de noviembre de 1584, y al anochecer del día siguiente entregó su alma a Dios.
En un principio, la devoción era privada, pero después de 1601 el cardenal César Baronio escribió que su aniversario ya no debería seguir manteniéndose como una Misa de réquiem, sino que un Te Deum debía ser cantado. Debido a esto, se iniciaron las diligencias para su canonización.
El proceso comenzó en Milán, Pavia, Boloña y en otros lugares. En 1604 se envió su causa a la Congregación de Ritos, la cual culminó con su canonizado, el 1 de noviembre de 1610, por el papa Paulo V. La Iglesia católica celebra su fiesta se celebra el 4 de noviembre.