Sáb. Oct 5th, 2024

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Esperando tu venida

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Tocan las campanas de la catedral del corazón, anunciando la venida del verbo que trae consigo la paz que sobreabunda en medio de cualquier tormenta.

Sopla un viento cálido de esperanza en las praderas de aquella alma agitada, que camina a tientas en la neblina del miedo y la inseguridad.

Fluye risueña las aguas cristalinas del manantial celestial que calma la sed de justicia en aquellos olvidados, fruto de una aviesa y abismal desigualdad.

Se escuchan las aves cantar el himno de la alegría en las ventanas de esos hogares cubiertos por el manto de la tristeza y la soledad.

Llueve a cántaros gotas gruesas del bien, dando vida nueva en aquellas zonas desérticas de la conciencia invadida por el caos, lo escandaloso e inhumano.

Bailan las olas del mar con movimientos inusuales salpicando de bienaventuranzas aquellos pobres de espíritu que esperan por el toque de ese amor que le abra la puerta al paraíso celestial.

Declama una poesía coral la luna y las estrellas, en donde cada verso luminoso enciende en la humanidad la llama de la verdadera felicidad eterna.

Rayos de sol entran por las rendijas de los sentimientos oscuros, transfigurando con reluciente pureza el hábitat de la casa interior.

Suena la trompeta, la güira y la tambora de los ángeles moviendo los dinteles del universo, anunciando el nacimiento del alfa y omega de la creación; de la Segunda Persona del misterio de la Trinidad, que se identifica plenamente con nuestra humanidad necesitada; del que representa el camino que nos lleva al Belén de la verdad; del único que trae el cáliz de la bebida de salvación; de ese alguien que pone a brillar la antorcha de la libertad; del portador de la sonrisa divina que se hace eco en cada detalles de hermandad; del aquel que viene con la llave celeste para abrirnos de par en par el gran portal de la misericordia providencial; de ese admirable y maravilloso ser que le da el verdadero sentido a la navidad de manera humilde, sencilla, alegre, con paz, unidad y amor;  y de quien esperamos su dulce venida: Jesús.