Francisco: permanezcamos en el «río» de la Iglesia, el Espíritu hace la unidad
4 min readAlessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano
El Espíritu Santo «nos hace nuevas criaturas», como hizo en Pentecostés con los Apóstoles, «derrota todas nuestras vacilaciones», y «pone en comunicación a personas diferentes», logrando así «la unidad y universalidad de la Iglesia». En la solemnidad de Pentecostés, las palabras del Papa Francisco antes del rezo del Regina Caeli son todas para el Espíritu Santo, el «viento fuerte y libre» que «cambia el corazón», «derriba nuestras defensas» y «desmantela nuestras falsas certezas.»
El Espíritu «no se deja enmarcar en nuestros esquemas»
El Papa recordó lo que ocurrió en Jerusalén «cincuenta días después de la Pascua de Jesús», tal como se narra en los Hechos de los Apóstoles. Los discípulos estaban en el Cenáculo, con la Virgen María, porque el Señor resucitado «les había dicho que se quedaran en la ciudad hasta que recibieran de lo alto el don del Espíritu «. El cual se manifestó con un repentino «rugido» que vino del cielo, como un «viento impetuoso» que llenó la casa en la que se encontraban. «Una experiencia real, -comentó Francisco- pero también simbólica”.
Esta experiencia “Revela que el Espíritu Santo es como un viento fuerte y libre. No se puede controlar, detener ni medir; y ni siquiera predecir su dirección. No se deja enmarcar en nuestras exigencias humanas, en nuestros esquemas y en nuestros prejuicios”
Rompe «nuestras defensas, nuestra falsa seguridad»
El Espíritu «procede de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo» e irrumpe en la Iglesia, y por tanto en cada uno de nosotros, «dando vida a nuestras mentes y a nuestros corazones». Porque, como recitamos en el Credo, Él es «Señor y dador de vida». Aquel día en Jerusalén, recuerda el Pontífice, «los discípulos de Jesús todavía estaban desconcertados y asustados. Aún no tenían el valor de salir a la luz».
Nosotros también, a veces, preferimos permanecer dentro de las paredes protectoras de nuestro entorno. Pero el Señor sabe cómo llegar hasta nosotros y abrir las puertas de nuestro corazón. Él envía al Espíritu Santo sobre nosotros que nos envuelve y derrota todas nuestras vacilaciones, derriba nuestras defensas, desmantela nuestras falsas certezas. El Espíritu nos hace nuevas criaturas, como lo hizo ese día con los Apóstoles.
Pone en comunicación a diferentes personas, logrando la unidad
De hecho, después de recibir el Espíritu Santo, los Apóstoles «ya no volvieron a ser como antes», sino que salieron y empezaron a predicar que Jesús había resucitado, «de tal manera que cada uno los entendía en su propia lengua.» Porque, subraya el Papa Francisco, «el Espíritu cambia el corazón, ensancha la mirada de los discípulos» y «los hace capaces de comunicar a todos las grandes obras de Dios», superando «los confines culturales y religiosos en los que estaban acostumbrados a pensar y vivir.»
Los capacita para llegar a los demás respetando sus posibilidades de escucha y comprensión, en la cultura y el idioma de cada uno (vv. 5-11). En otras palabras, el Espíritu Santo pone en comunicación personas diferentes, realizando la unidad y universalidad de la Iglesia. Y hoy esta realidad del Espíritu Santo nos dice mucho, cuando en la Iglesia hay grupitos que siempre buscan la división, separarse de los demás. Esto no es el Espíritu de Dios: el Espíritu de Dios es armonía, es unidad, une las diferencias.
Y nos hace ver que «la Iglesia es para todos»
Aquí el Papa recuerda las palabras de «un buen cardenal» que «fue arzobispo de Génova» (Giovanni Canestri, fallecido en 2015 a los 96 años, ed.): «Decía que la Iglesia es como un río, lo importante es estar dentro, que si estás un poco en esa parte y un poco en aquella no interesa, el Espíritu Santo hace la unidad». Lo importante, aclara Francisco, «es estar dentro en la unidad del Espíritu y no mirar las pequeñas cosas de que estás un poco de esta parte y de aquella otra, que tú rezas de este modo y el otro… esto no es de Dios». La Iglesia «es para todos, como mostró el Espíritu Santo el día de Pentecostés».
Que el Espíritu «llene los corazones», encienda «el fuego de su amor»
La última oración propuesta por el Pontífice para la Virgen María, es que » interceda para que el Espíritu Santo descienda en abundancia y llene los corazones de los fieles y encienda en todos el fuego de su amor».