ELEGIDOS EN CRISTO PARA SER SANTOS Y CONTAGIAR LA SANTIDAD

La primera lectura del libro de Amós nos muestra cuando lo expulsan del lugar donde profetiza. Él es del sur y estaba en el norte. El vidente quien le habla, Amasías, pertenece a la corte del rey, residente en el santuario que el texto llama «casa de Dios».

El rey tenía sus propios profetas quienes, al comer y al vivir de tales bienes, sólo profetizaban lo que éste quería escuchar.

La tierra del norte no pudo soportar las palabras purgadas de Amós. Cuando él dijo, «no soy profeta ni hijo de profeta», quiso decir que no es de esos que actuaban por  beneficios propios. Argumentó ser trabajador, pastor y cuidador de higos; desde donde el Señor lo llamó a profetizar.

«Conservar la identidad, ser fiel a Dios y cumplir su voluntad es santidad».

San Pablo nos recuerda que es Dios mismo quien elige, y lo hace en la persona de Cristo, dándonos a conocer el misterio de su voluntad: que seamos santos.

«Tener conciencia de lo que Dios espera de nosotros, y buscar agradarle, es el primer escalón hacia la santidad».

En el evangelio se nos revela totalmente el perfil de la nueva misión: ahora no solos, sino de dos en dos. Conservando la sencillez, la austeridad y la pobreza, donde se apoya el testimonio evangelizador; no por obligación, sino por convencimiento de que cuando se tiene a Cristo muchas cosas sobran, pues sólo basta lo necesario para el fin de nuestro destino.

«Apoyarse en Cristo y tenerlo como riqueza para ofrecerlo a los demás eso es santidad».

El Salmo ilumina el horizonte inspirador del envío. Hemos de gastarnos como velas encendidas, en nombre de Cristo, hasta que se encuentren la misericordia y la fidelidad; y se besen la justicia y la paz.

Señor: tú sabes quiénes somos, sigue formandonos a tu manera, a tus criterios para que seamos y hagamos lo que esperas de nosotros.