Vie. Jul 26th, 2024

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JESÚS EN NUESTRA CASA: UN ANTES Y UN DESPUÉS

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EVANGELIO DE HOY: 1/9/21 (Lc 4,38-44).

El evangelio de Lucas nos sigue presentando la misión de Jesús en Galilea. El episodio de hoy, donde Jesús cura la suegra de Simón, a otros enfermos, y expulsa demonios, también nos hace meditar en las fases necesarias para que su obra acontezca en nuestras vidas:

  1. PERMITIRLE A JESÚS ENTRAR EN NUESTRA CASA
  • Jesús salió de la sinagoga, pero no de su unión con Dios. Donde quiera llevaba la fuerza trinitaria consigo.
  • Entró a la casa de Simón: lo que refleja su nivel de intimidad con la familia.
  • En plural –dice el texto-: “Le pidieron que hiciera algo por ella” (la suegra que estaba con fiebre muy alta). Toda la familia estaba centrada en la situación, y vieron su esperanza en Jesús.
  • No bastó con que Jesús entrase a la casa; se hizo necesario reconocer su autoridad, aprovechar el tiempo con Él, pedirle ayuda, y dejarlo actuar.
  1. DEJAR ACTUAR A JESÚS DENTRO DE NUESTRA CASA
  • Es importante la imagen de “Jesús de pie”, y la suegra de Simón “postrada”.
  • Cuando Jesús está al lado, todas las “fiebres” desaparecen.
  • Al dejar a Jesús actuar, el milagro acontece: Él somete la fiebre, la corrige, la amonesta. La persona experimenta en sí misma la presencia sanadora de Jesús.
  1. JESÚS EN NUESTRA CASA: UN ANTES Y UN DESPUÉS
  • Hay un antes y un después luego de haber estado en la intimidad con Jesús y de haberle dejado actuar.
  • Ahora, quien estaba postrada, por la gracia que la ha visitado, ha podido ponerse de pie. A Jesús no le interesa estar de pie solo; sino que levanta a los postrados para que, como la suegra, se pongan a servir.
  • El servicio es la mejor expresión de gratitud de quien ha recibido el favor de Jesús en su propia casa.
  • Tanto la suegra, como otros tantos enfermos, a los cuales les impuso las manos, recuerdan de esa experiencia íntima y personal, tan necesaria para que la fe en Él sea posible.

Señor: no queremos que los demonios sean quienes te reconozcan primero como Hijo de Dios. Nosotros estamos muy necesitados de ti. Ven a nuestra casa, a nuestro corazón. Te mostraremos todas las “fiebres” que nos tienen amenazados, todas esas situaciones que nos paralizan. Tú tienes la autoridad divina para seguir actuando como Resucitado del Padre. Te vamos a dejar actuar. Coloca tus manos sobre nosotros. Úngenos con tu gracia santa. Fortalece nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para ponernos de pie con prontitud, y servir con entusiasmo. Gracias buen Jesús, porque te haces cercano. No nos da vergüenza que entres en nuestros hogares, y que sometas nuestras fiebres. Gracias por revitalizarnos para que seamos, como Iglesia, tus discípulos misioneros en las galileas de hoy.

En estos momentos de mi vida: ¿Dónde está Jesús? ¿Fuera de mi casa, esperando para entrar? ¿Dentro de casa? ¿Le he mostrado mis “fiebres”? ¿Estoy, con Él, de pie, sirviendo? Por mi experiencia con Jesús ¿qué cosas identifican el antes y el después?