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PADECER EN PRESENCIA DEL SEÑOR

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COMENTARIOS DEL EVANGELIO

LECTURAS DE HOY: 12/9/21
(Is 50,5-9ª; 114; St 2,14-18; Mc 8,27-35).

Las lecturas de este domingo nos presentan, en lenguaje del salmista, las características del caminar en el país de la vida. Las frases “el país de la vida” y “caminar en presencia del Señor” se corresponden. Se trata de un camino hecho a conciencia de que es Dios quien dirige el surco de la historia; se contemplan y se siguen sus huellas. En el país de la vida no se exoneran ni el sufrir ni el padecer, sencillamente se garantiza la presencia del Señor. Meditemos:

El profeta Isaías utiliza dos frases correspondientes y complementarias:

EL SEÑOR ME ABRIÓ EL OÍDO

¿Qué implica permitirle al Señor abrir el propio oído? Por el oído entra la Palabra de Dios y llega al corazón, comprometiéndolo. El oído aquí representa toda la persona que se dispone a obedecer lo que Dios le manda. El profeta, consciente de lo que esto implica, asegura: “yo no me resistí ni me eché atrás”. Impresiona constatar cómo el hombre y la mujer de Dios están expuestos a ultrajes y salivazos; pero nada ni nadie intimida a quien se dispone a caminar en la presencia del Señor; de ahí la siguiente fórmula de confianza:

EL SEÑOR ME AYUDA

“La ayuda del Señor” es gracia recibida por quien se dirige al camino de la vida, sin mirar atrás. El Señor asume responsablemente a quien, en su debilidad, se ha responsabilizado con su causa; no se desentiende de la persona a quien Él mismo abrió el oído. Se torna su defensor. Esto lo refleja el salmista cuando dice: “Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día en que lo invoco”. La humildad del profeta cuando dice: “el Señor me abrió el oído”, denotando que su mensaje y gracia no vienen de él mismo, sino de Dios, también se refleja en el salmo cuando afirma: “el Señor guarda a los sencillos”. Humildad y sencillez son virtudes presentes en el país de la vida.

PADECER EN SU PRESENCIA

El evangelio muestra que el seguimiento de Cristo implica padecimiento. Se padecen persecuciones externas y, al mismo tiempo, combates internos por lo que supone negarse a sí mismo. Sea cuales fuesen las circunstancias, el mandato es “tomar la cruz y seguirle”; el que quiera.

Cuando el Señor les pregunta a sus discípulos sobre qué dice la gente sobre su propia identidad, queda evidente que los de fuera intentan adivinarla. Sus íntimos, representados en la intervención de Pedro, no titubean: “Eres el Mesías”; sin embargo, el boche que seguidamente se gana, evoca su nivel de madurez, aún no asimilaba el pensamiento de Dios: permitir que su propio Hijo, y los que le siguen, tengan que padecer antes de llegar, definitivamente, al país de la vida.

Señor: gracias por darnos tu Palabra en este santo domingo donde nos congregamos para dejarnos instruir, tocar el corazón, convertirnos y alimentarnos. Sabes que somos gente sencilla, poco a poco vamos comprendiendo tu manera de ser y de pensar… Danos la gracia de entrar en tu dinámica, baja hasta nuestros abismos y arráncanos de las distracciones y de las garras del mal, exhibidas como tesoros, pero llenas de falsedad.

Queremos disponernos para que abras nuestros oídos, sin resistir, sin echar atrás. Señor, también abre nuestros ojos para contemplar las múltiples maneras que tienes de ayudarnos y de ser nuestro defensor. Pregúntanos, hoy, quién eres para nosotros, para cada uno; hoy deseamos renovar nuestra fe sin regatear padecimientos; sencillamente confiamos que caminamos en tu presencia hacia el país de la vida.

  1. ¿Cuáles son las causas de mis padecimientos?
  2. ¿Me he dejado abrir el oído por la Palabra del Señor? ¿Qué ha implicado esto en mi vida?
  3. ¿Estoy pensando como Dios? ¿Qué supone ejercitarse en este divino perfil de pensamiento?
  4. ¿Cómo experimento la ayuda de Dios en lo cotidiano?
  5. ¿Camino en la presencia del Señor? ¿El Señor camina en mi presencia? ¿Nos dirigimos juntos al país de la vida?