Vie. Abr 26th, 2024

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DUC IN ALTUM

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«Se despidió
Y decidió batirse en duelo con el mar
Y recorrer el mundo en su velero
Y navegar, nai na nai, navegar. 
Y se marchó
Y a su barco le llamó, Libertad
Y en el cielo descubrió gaviotas
Y pintó estelas en el mar». 
(Un velero llamado Libertad. – Canción de José Luis Perales). 

Este domingo el evangelio (Lucas 5, 1-11) está cargado de matices, pero quisiera quedarme con una frase de Jesús: «Rema mar adentro!» («Duc in altum»). 

La tentación cotidiana es a quedarnos en la orilla, cansados como los discípulos de tantos intentos fallidos. Con esa sensación de fracaso y de que nada tiene sentido. Ellos porque no han logrado pescar ni siquiera una sardina.

Nosotros porque no hemos alcanzado la plenitud. Aquello que consideramos nos falta, que da sentido a nuestro existir. 

Ese «rema mar adentro» nos llega cuando estamos cansados de todo, de la familia, de los hijos, de la relación esponsal envuelta entre neurosis, infidelidades y la incapacidad de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio.

Estamos hastiados de la precariedad económica y el alto costo de la vida. De la falta de empleo. «Jartos»  (con «J») del sistema. Y nos llega la invitación de remar mar adentro. Tal vez contra corriente. Con o sin experiencia.  

El adentrarnos en lo sinuoso del mar implica un acto de fe y confianza. Pedro de hecho responde a la invitación: «Señor, por tu palabra echaré las redes» (Lucas 5,5). Remar mar adentro para cada uno puede ser diverso desde su realidad. Pero es hacer de un nuevo intento el acto de confianza de que el Señor va con nosotros. 

En la pastoral, muchas veces, nos cansamos porque pensamos que sí la comunidad no responde no vale la pena pescar. Es mejor deshacer las redes y vender la barca. Nos olvidamos que Él provee, pero debemos romper nuestra inercia.  

Remar mar adentro se traduce en vivir en virtudes, en esperanza, fe y amor. En paciencia, comprensión, perdón y entrega.

En la alegría de hacer las cosas con agrado. Es entender que los frutos llegarán, no cruzados de brazos en la orilla sino, remando mar adentro, llevando en nuestra barca al Señor y echando las redes en su nombre. Amén.