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El sacerdocio del padre Luis Rosario

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P. LUIS ROSARIO

Inspirarnos en el trabajo barrial -al que el padre Luis dedicó su vida- y recorrer el mismo camino de amor cabalgado por él en favor del bien común y por la gente humilde.

Por RAFAEL NINO FÉLIZ.

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Prof. Nino Féliz

Parecería que me persiguen los sacerdotes. Amo las obras de los verdaderos sacerdotes, su trabajo, amor y coraje. Siento desprecio, casi lástima, por aquellos sacerdotes que hablan en el nombre de Dios, mas no practican con su ejemplo.

Para hablar del padre Luis Quinn, Luis Rosario y la Madre Teresa de Calcuta no necesitamos grandes párrafos. Lo único que necesitaríamos es lograr que un acto puramente humano nos haga ser merecedores de la profunda devoción que por ellos sentimos.

Al visitar con mis hijos pequeños a Ocoa, para pasarme un fin de semana y hospedarme en un humilde hotel, decidí caminar sus calles, mientras ellos y mi esposa Elba se quedaban arreglando la ropa en la habitación. Salí a caminar por el pueblo y frente al impacto que me causó ver la iglesia del pueblo y pensar en la idea de que esa era la casa del padre Luis Quinn, opté por escribirle un poema. Pero lo encontré demasiado poco para un merecido homenaje.

Antes de llegar al hotel, nuevamente, decidí escribirle un libro completo. Y empecé enseguida. En sesenta días, sin dejar de escribir, le escribí el libro «Al pie de la montaña» (sacerdocio derramado en el Sur). (Ver publicación Listin Diario) Le canté con casi cien poemas a su obra sacerdotal y a su ejemplo. Caminé de prisa para que lo disfrutará en vida. Lo logramos. Un año más tarde, se nos adelantó. ¡Pero nos dejó su rica obra sacerdotal y humana!

Ahora debo escribir unas líneas sobre mi relación con el padre Luis Rosario, quien fue un ejemplo de sacerdocio vivo y combativo. Era sencillo en extremo. Lo conocí cuando trabajé como profesor -durante el período del presidente Antonio Guzmán- en el programa de reeducación de menores en el Hogar de Paso, centro dirigido por CONANI, cuya presidente era la Primera Dama, doña René Klang de Guzmán, y el Ministerio de Salud Pública.

Me tocaba, junto a otros profesores amigos, llevar a los niños a la misa de los domingos a la Iglesia «Don Bosco». Eran niños que deambulaban por las calles de la ciudad y eran recuperados a través de trabajadores sociales. Allí empecé mi amistad con ese extraordinario y fiel sacerdote.

Yo me detenía a contemplar la sencillez del padre Luis Rosario mientras él oficiaba la misa. Era sencillo y transparente; su forma de vestir y hablar era como una envoltura de su alma limpia y pura. Desarrolló una gran labor a favor de la juventud. Sobre todo, de aquella que tenía el pan distante y la esperanza honda. Él supo interpretar la carencia y el desamparo de los jóvenes. Por esa razón, tocó tan profundamente con amor sus corazones.

Luego, unos años después, cuando fui alto funcionario de la UASD, tuve el inmenso privilegio de coordinar acciones comunitarias y sociales con el padre Luis Rosario. En esa ocasión, él tenía la responsabilidad sobre sus hombros de dirigir el trabajo dedicado a ese importante sector de la población juvenil por parte de la iglesia, a la que le sirvió con entrega y devoción como consagrado representante de La Orden «Don Bosco», en el país.

Hoy recordamos del padre Luis Rosario sus frases llenas de sabiduría: «De la vida sé poco; pero de lo poco que sé, me ha servido de mucho». «Las quejas son una prostitución del carácter de las personas». Ésta es la misma visión de José Martí sobre el sentido y hábito de quejarse con frecuencia.

El Ministerio de la Juventud ha honrado este año la entrega de su premio nacional juvenil con el nombre del padre Luis Rosario y en el acto de premiación en el Palacio Presidencial, con la presencia del presidente Luis Abinader; el ministro de la institución anunció que se había instituido dicho premio -a partir de ahora- con el nombre de ese extraordinario sacerdote.

Ese hecho debe servir para inspirarnos en el trabajo barrial -al que el padre Luis dedicó su vida- y recorrer el mismo camino de amor cabalgado por él en favor del bien común y por la gente humilde