Vie. Abr 26th, 2024

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Sábado Santo: La Madre que entrega a su hijo

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Hubo un día en el que sólo ELLA mantuvo la esperanza…

El amor de la Virgen Madre a su Hijo es también cosa de enamorados. Ella, más que nadie, también en esos últimos momentos del Señor, “esperó contra toda esperanza”.

El sostener al Hijo entre sus brazos, una vez lo descendieron de la Cruz, debió ser la mayor experiencia de un amor sufriente que pudiera soportar una madre.

Incluso, en ese instante, María debió gritar en su interior al Padre Dios:

“¡Muero de dolor, pero me fío de Ti!”.

Ella cumplía aquella entrega del hijo que Abraham no completó.

Era el cumplimiento definitivo del amor de Dios llevado hasta el culmen, donde sólo la “llena de gracia” podría soportar.

Una piadosa tradición nos dice que la Virgen Madre fue la primera a quien se apareció el Señor resucitado.

Cuesta creer que no fuera así, puesto que Ella llevó en su seno el signo del Verbo encarnado, anticipando en ese nacimiento el triunfo de Dios sobre la muerte y el pecado.

¡Cuánta justicia cumplida en ese abrazo del cuerpo resucitado de Cristo al de María, su Madre, que hizo de su fe también motivo para anticiparse a la gloria de Dios sobre el mundo!

El “pequeño” universo de María, lejos de ser sepulcro cerrado, era el seno virginal de una madre que hizo donación de su Hijo para la salvación de la humanidad.