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IDENTIDAD CRISTIANA: ¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ? ¿QUIÉN SOY PARA JESÚS?

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EVANGELIO DE HOY: 19/6/22 (Lc 9,18-24).

El Evangelio nos narra que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, y en este contexto les hizo dos preguntas relacionadas con su identidad: “¿Quién dice la gente que soy yo?”; “y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?”. Como punto de partida meditamos sobre este aspecto de la oración de Jesús. Él nos dice que en el espacio de oración nos afianzamos en la identidad personal. Somos comunidad, pero también somos persona, con una ADN irrepetible, donde nos convertimos cada uno en proyecto del Padre.
 
Cuando el Señor pregunta a sus discípulos sobre su identidad, no lo hace para Él responder la inquietud sobre su propia persona, sino para constatar si ellos ya habían tomado conciencia de su ser. “¿Quién soy?”, es una cuestión a ser respondida en ambiente de oración, en silencio interior, en actitud de escucha a la voz del Padre. Jesús no es lo que la gente dice que es. Es aquello que Dios le dice, y que el mismo Dios revela a quien desea, conforme a su voluntad.
 
Jesús comienza preguntado sobre lo que dice la gente de fuera sobre su identidad. La gente de fuera opina, intenta atinar, acertar… lo confunden en su parecido con los profetas. Desde fuera las cosas no están claras. Por el hecho de haber visto a Jesús y de haber escuchado sus palabras no garantiza que se le conozca realmente. El Señor constata, en silencio, que la gente de fuera está perdida aún. Y da un paso más; le pregunta a los suyos, y ambas preguntas se hacen luego de un buen tiempo de convivencia con ellos.
 
“Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?”. Pedro, espontaneo, toma la palabra y responde: – “El Mesías de Dios”. La respuesta de Pedro tienen fundamento en la primera lectura de Zacarías que anuncia la promesa mesiánica: “Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia”.
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El hecho de que Pedro haya dicho, por revelación, la identidad de Jesús, no supone que sepa lo que tal identidad implica, en lo concreto; como el pueblo judío, los discípulos esperaban un mesías espectacular y desconcertante… A partir del nivel de conocimiento que tienen los Doce, Jesús continúa ahondando con ellos: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho…”.
 
“El que quiera seguirme…”. Ya le estaban siguiendo cuando le dice Jesús estas palabras, sin embargo, es una cuestión que ha de ser renovada en cada etapa del seguimiento. Ante cada dificultad, ante cada tentación, ante nuevas realidades, Jesús nos dice a todos nosotros: “El que quiera seguirme…”. Se nos pide vivir en actitud de negación de sí, constante, sólo desde esta negación se podrá llevar la cruz cierta, la de Cristo, hasta perder la vida por su causa.
 
San Pablo, en la segunda lectura, nos recuerda que por nuestro bautismo también tenemos una identidad: “Todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”. Esta conciencia de hijos e hijas, no se adquiere desde fuera, sino desde dentro, en vida comunitaria, en intimidad de hermanos en torno a Cristo.
 
Con razón se nos invita a rezar con el Salmo 62: “Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío”. Somos obra de sus manos. Y sólo en Él, manantial de vida eterna, podremos saciarnos como de enjundia y de manteca, hasta que nuestros labios alaben, sin cesar, jubilosos.    

1. Preguntemos al Señor: “¿quién soy yo para ti?”.
2. A la luz de Cristo: ¿Qué reserva Dios para todos sus hijos e hijas?
3. ¿Qué falsa imagen he tenido de mí mismo? ¿Qué falsa imagen he tenido de mi comunidad cristiana? ¿Qué nos dice el Señor, hoy?