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ESCUELA DE ORACIÓN

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LECTURAS DE HOY: 24/7/22
(Gn 18,20-32; Sal 137; Col 2,12-14; Lc 11,1-13).

Las lecturas de este domingo son escuela de oración. Algunas personas se quejan de que no saben orar; aprovechemos la oportunidad del discípulo que le pide a Jesús: “Señor, enséñanos a orar”; la misma petición nos introduce. Comienza a dirigirse a Jesús llamándole “Señor”, le reconoce su autoridad, mientras él se dispone como aprendiz, en actitud de escuchar y de ser instruido. Continua con el verbo “enséñanos”, un verbo significativo, porque incluye a toda la comunidad. Lo que desea para él lo busca para todos sus hermanos. Seguidamente nos revela la intención de su pedido: “orar”. No pide cosas baratas. Luego de esta pequeña ambientación identificamos las pautas y las características de la oración al estilo de Jesús:

DIRIGIDA A UN PADRE COMÚN

 Jesús nos revela su corazón. Nos muestra el camino para unirnos, desde la tierra, con su Padre del cielo, dándonos la oportunidad de que también sea nuestro Padre. Así comienza la escuela de oración. Situándonos como hijos e hijas delante de Él, “Padre y Creador”. Esto supone una actitud humilde, porque lo que se espera de los hijos y las hijas es que se dejen conducir y sean obedientes.

DANDO PRIMACÍA A LO ESENCIAL

Jesús nos ayuda a poner orden en nuestra vida. Nos enseña a distinguir lo esencial. Si la palabra “Padre” inaugura la oración, las siguientes se elevan a Él, para que podamos reconocer su santidad, desear su Reino, hacer su voluntad. Sólo después, se aterriza a la realidad puramente humana, porque mientras trabajamos por la llegada de su Reino necesitamos el sustento para cada día; viviendo con la buena virtud de perdonarnos. No podría faltar la súplica para que seamos librados de tentaciones y maldad.   

CON SENCILLEZ Y CONFIANZA

Es hermoso el ejemplo de la primera lectura. Donde Abrahán entabla un diálogo cercano con Dios, intercediendo ante su misericordia por los pecados de Sodoma y Gomorra. Con respeto y cercanía, Abrahán regatea con Dios para que perdone a todo el pueblo por la presencia de los justos. La misma actitud se contempla en el evangelio, ante el ejemplo de un hombre que le llega un amigo a medianoche, y sale a buscar pan donde el vecino. Así es la oración, sin complicaciones. Sin rebuscar palabras. Parte de la vida, de la realidad, de las necesidades y situaciones inmediatas.

 CON INSISTENCIA

En la parábola del evangelio queda claro que debemos ser perseverantes en nuestra oración. Pero esta perseverancia no es necia, sino sabia. Sabia es la oración que insiste y persevera en lo bueno. El amigo “pide pan”; y no lo pide para él mismo, ni para los de su casa, sino para alguien que llegó sin ser esperado. La nobleza de intención dice mucho. El ejercicio de la insistencia santifica. Mientras más tarda Dios en responder más nos eleva su santidad. En el “Padrenuestro” tenemos claramente los contenidos y peticiones de una oración madura.
 
Con el salmista rezamos: “Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste”. Gracias porque no dejas nuestra oración caer al vacío, sino que la acoges en tu corazón misericordioso. Nadie que ha confiado en ti ha quedado defraudado. Gracias por enseñarnos a orar como lo haces tú.
 
1. ¿Por qué una buena oración devuelve la vida?
2. ¿Qué estoy pidiendo en la oración, qué busco? ¿A qué puerta estoy llamando?
3. ¿Estoy incluyendo las necesidades de los hermanos en la oración?