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FORTALEZA ESPIRITUAL

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MEDITACIÓN DE LAS LECTURAS DE HOY: 12/2/24 (St 1,1-11; Sal 118; Mc 8,11-13).

La primera lectura tomada de Santiago nos remite, en su conjunto, a la virtud de la fortaleza. De ésta dice el Catecismo que: asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma el resistir a las tentaciones y superar los obstáculos… La fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa (Cf. n.1808).

Cuando tú podrías tenerte por un desafortunado, al verte rodeado de dificultades, el apóstol te dice: “tente por un dichoso”. Cuando todos los palos te caen encima, te ves forzado a soportarte en el Señor. Cuanto más peso tienes más te abandonas. ¿Qué ocurre mientras pasas las pruebas? No te das cuenta que estás adquiriendo fortaleza, y que tu confianza se va abonando. Por esto, realza Santiago el valor de la constancia.

Si sacas el pastel antes de tiempo, del horno, queda crudo y no sirve para nada. ¿Tú quieres ser como un pastel crudo? Si no quieres, entonces acoge el consejo del apóstol; pide al Señor sabiduría, sin titubear. Él asegura que, quien titubea no sabe lo que quiere y no sigue un rumbo fijo. Observa qué hay que pedir sin titubear: aquello que necesitas para ser fiel a la voluntad de Dios. Porque nunca tendrás fortaleza de lo alto para hacer tus propios caprichos. La fortaleza te abraza cuando tú abrazas el querer de Dios.

En el evangelio, Jesús te da un ejemplo de constancia y fidelidad. Los fariseos quisieron ponerlo a prueba pidiéndole un signo. Pero el Señor tenía claro que las gracias de Dios no son para exhibición ni llenar expectativas de los curiosos. El Señor los dejó solos, porque no fueron capaces de descubrir que Él, el propio Jesús, era más que un signo, era el Hijo de Dios.

El salmista de hoy habla de la Palabra y del sufrimiento. Si tú abrazas las enseñanzas del Señor vas a sufrir mucho. Porque la Palabra te desinstala de tu propio “yo”; todo arrancar duele. Sin embargo, cuando esta negación es por imitar a Jesús, el mismo Señor se torna tu consuelo. El consuelo nace cuando tomas conciencia de que el Señor te santifica. En medio del horno, con fuego encendido, experimentas el consuelo de Dios. Éste bálsamo interior es señal de que Dios está contigo, y tú, en su paz, nunca pides que te bajen las llamas.

Señor, tú sabes lo débil que soy. Sin embargo, abrazar tu verdad, tu justicia, me llena de fortaleza; una fortaleza que me mandas con tus santos y tus ángeles, con el Espíritu Santo. Me da seguridad andar exclusivamente en tus caminos, y hacer de mi vida un libro abierto, con todos los capítulos expuestos, porque no haya censura de lectura. No puede haber censura, Señor, cuando todo habla de ti.

Pregúntate internamente:

  1. ¿Dónde nace tu fortaleza? ¿Qué te hace fuerte?
  2. ¿Cómo está tu constancia en tu compromiso de fe?
  3. ¿Tú has querido salir de la prueba antes de tiempo?
  4. ¿Cómo está tu paciencia para vivir tiempos difíciles?
  5. ¿Tú titubeas en la oración?
  6. ¿Sabes qué dirección estás siguiendo?
  7. ¿La dirección que tú estás siguiendo es la dirección que Dios quiere para ti?
  8. ¿Tú has caído en abrazar un sufrimiento que no tiene sentido?
  9. ¿Por qué el sufrimiento por la causa de Cristo te hace crecer en santidad?
  10. ¿Cómo estás alimentando tu fortaleza espiritual?