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CORAZÓN DE NIÑO: “TE DOY TODO, VIVE COMO SI NO TUVIERAS NADA”.

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EVANGELIO DE HOY: 9/8/22 (Mt 18,1-5.10.12-14).

El pasaje de hoy parte de la pregunta que le hicieron los discípulos a Jesús: “¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos?” Los seguidores íntimos de Jesús no han captado que el Reino de los cielos no sigue la tendencia humana. La cuestión que plantean denota su forma de pensar y sus pretensiones.  El Señor les interpela con la respuesta. Les muestra el camino para dejar de hacer cálculos en beneficios propios y disponerse al proceso inverso de sus aspiraciones.
 
Jesús “llamó a un niño, lo puso en medio…”. El camino para entrar al Reino es “dejarse conducir por Jesús”. Ese niño no buscó un puesto. Estaba ahí, cerca, quizás embelesado con las cosas que le escuchaba al Señor, buscando comprender. Es Jesús quien lo saca del anonimato y lo coloca en el centro, para que su persona sea espejo inspirador para los discípulos de todos los tiempos.
 
Las dos frases siguientes dichas por Jesús: “si no vuelven a ser como niños”, “el que se haga pequeño como este niño…” expresan un ejercicio interior de volver a recuperar la inocencia primera. Se trata de desaprender y volver a nacer espiritualmente. El niño no maneja armas, no anda a la defensiva. Sabe disfrutar con lo pequeño. No necesita algo grande para ser feliz. La humildad lo sostiene. La fuerza del niño es su confianza. Su actitud de abandono moviliza y pone en movimiento. Jesús quiere sembrar todas estas virtudes en nuestros corazones.
 
Cuando Jesús dice: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí”, nos está expresando que Él mismo, el Señor, tiene corazón de niño. Es este corazón que le permite dejar las noventa y nueve e ir detrás de la oveja perdida, sin volver solo.
 
Para recibir la gracia de “un corazón de niño”, se hace necesario dejar que Jesús ocupe el centro de éste. Él mismo va y se coloca allí si le dejamos. Aquí comienza la aventura, con los ángeles, de ver, amar, y servir a Dios en todas las cosas.  
 
Hacemos oración con este pensamiento de Santa Teresa del Niño Jesús: “¡Tus brazos, oh Jesús, son el ascensor que me debe elevar hasta el cielo! Por esto no tengo necesidad en absoluto de hacerme grande; más bien es necesario que permanezca pequeña, que lo sea cada vez más”.
 
1. ¿En cuál “ascensor” me pretendo subir?
2. ¿Qué tiene que morir en mí para que nazca el niño, la niña?
3. ¿Cómo “tener todo”, y vivir como si no tuviera nada?