Mié. Sep 18th, 2024

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LA ORACIÓN ES LA FUENTE QUE ABASTECE EL ACEITE DEL CORAZÓN.

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EVANGELIO DE HOY: 26/8/22 (Mt 25,1-13).

Hoy, para hablarnos del Reino de Dios, se nos presenta la parábola de las diez doncellas. En el contexto, pudo estar orientada a iluminar la actitud cristiana ante la segunda venida de Cristo, sorpresiva. Nos incentiva a mantener una atención vigilante, de oración constante, y compromiso creyente, todos los días de nuestra vida. El hermoso relato permite tomarnos el pulso de nuestra vida espiritual. Meditemos:
 
Las diez jóvenes, sin excepción, desearon un encuentro con el Esposo, con Cristo. Esto no se discute. Tomaron sus lámparas, porque en todo camino espiritual siempre “llega la noche”, y lo sabían. Sin embargo, no a todas les guiaba la prudencia sapiencial. Cinco de ellas representan la necedad. Una necedad que, en ocasiones, nos visita a nosotros también; en esos momentos cuando no prevemos las circunstancias y nos domina el pensamiento corto.
 
La necedad de cinco de ellas se mostró en el despiste. Un despiste sencillo, pero costoso: “al tomar las lámparas se dejaron el aceite”. El aceite que dejaron fue la vida de oración. Su corazón estaba reseco. No había vitamina ni alegría. Nada de Dios brillaba en su interior. Cuando este aceite falta, también falta la esperanza. Nada se ve claro, se tropieza con todo, no se avanza, se termina cayendo. La fe no se improvisa. Cuando no se ha invertido lo suficiente, no se crece para abajo ni se echan raíces.
 
Las sabías dijeron: “tomemos las lámparas y también aceite”. Hay muchas horas de espera. El camino es largo. Nada mejor que esperar vigilantes, preparados, con paz interior. Observemos que a todas las jóvenes les atacó el sueño. Todas se durmieron. La diferencia estuvo en la prevención. En haber tenido ese pensamiento agudo, largo, visionario. La sensatez espiritual comienza tomando a Dios en serio, sin relajar perezosamente con lo esencial.
 
“¡Que llega el esposo, salgan a recibirlo!”. Todas escucharon la misma voz y despertaron. Y una súplica salió de algunas: “Dennos un poco de su aceite, que se nos apagan las lámparas”. Cualquiera piensa que las sabias fueron egoístas, que no prestaron su aceite.

Pero considere que a nadie se le presta la fe. Es duro verse en aprieto y no identificar el camino porque la oscuridad se lo impide. No hacer las cosas cuando hay que hacerlas tiene su consecuencia. Cuando esas necias fueron por aceite seguro todo estaba cerrado, era de noche. La pereza le salió muy cara. Que no nos agarre a nosotros la noche sin aceite.
 
Llegó el esposo. Llegó Cristo. Es un misterio de fe, no pocas veces expresado en los pasajes del Nuevo Testamento, que la gente que se esfuerza por complacer a Dios, por agradarle a Él… las que abastecen sus lámparas y se comprometen por el Reino, son personas reconocidas por el Señor; en cambio, a las que son dejadas, les suele decir, a la hora de la verdad: “no les reconozco”.

Hay que ponerse la pila para que no nos digan un día que no nos han visto. Esto es sencillamente un llamado de atención.  

Espíritu Santo, que nunca falte en el recipiente de nuestro corazón el aceite suficiente para vigilar e iluminar el encuentro con el Señor y, en Él, con los hermanos y hermanas.
 
1. ¿Cómo está mi lámpara? ¿Cómo me preparo para recibir al Esposo?
2¿He tenido que pedir “aceite”? ¿Dónde abastezco el frasco?
3. ¿Qué hago cuando me entra el sueño? ¿Estoy comprometido en mi comunidad cristiana? ¿El Señor podrá decirme: ¡te conozco!?