Vie. Abr 26th, 2024

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Sin trabajo, nada prospera

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Decía el poeta trágico griego, Sófocles, que «sin trabajo, nada prospera» porque se generaría el estancamiento, el aburrimiento, la tristeza, la pena y la ociosidad. El trabajo es una especie de unción de dignidad para la persona. Efectivamente, la dignidad del individuo no le viene del dinero, ni de las cosas que sabe o tiene, sino del trabajo. Entonces, hay que estar atentos porque con el desempleo podríamos estar condenando a los jóvenes a la indignidad. Y, “la honestidad y la dignidad de nuestro trabajo nos convierte, entonces, en mejores personas y en creadores de un mundo mejor.

Según el Papa Francisco, hay que “abordar el problema del desempleo juvenil a través de programas de formación para una nueva cultura laboral, promoviendo y apoyando el emprendimiento y la innovación juvenil en el ámbito de la subsidiariedad, de la solidaridad y de la legalidad de acuerdo con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia”. «Cuando los jóvenes se quedan fuera del mundo laboral, a las empresas les falta energía, entusiasmo, innovación y alegría de vivir».

Continúa diciendo el Papa que, el empleo no estable «repercute en las opciones de vida de los jóvenes». Por tal motivo, «la precariedad laboral debe ser transitoria, no puede continuar; de lo contrario, acabaría generando desconfianza, favoreciendo la postergación de las opciones de vida de los jóvenes, alejando el ingreso al sistema de seguridad social y aumentando la caída de la natalidad». Y, aumentaría la población de los solterones en casa de los padres.

Crisis del Desempleo

La crisis del desempleo ha conducido, a no pocos, a una especie de “invierno” demográfico en el que muchos jóvenes, especialmente mujeres, se ven privados de oportunidades de empleo cuando están esperando un hijo.

Urge ofrecer a los jóvenes garantías de un trabajo suficientemente estable, seguro y atractivo para para retenerlos en el país. La migración es un derecho, pero se está convirtiendo en una enfermedad social. La economía ha de sostenerse en valores, tales como: “El compartir, la fraternidad, la gratuidad y la sostenibilidad; ellos son los pilares sobre los que se sustenta una economía diferente”. La juventud ha de asumir la antorcha laboral de los padres y de los abuelos. Regularmente, «es una sociedad necia y miope la que obliga a los ancianos a trabajar demasiado y durante mucho tiempo y no a los jóvenes, quienes deberían hacerlo por ellos y por todos». Los jóvenes, por su parte, deben mostrar a las generaciones que les han precedido lo que significa “habitar el mundo sin pisotearlo”.

Se ha de lograr que los jóvenes empiecen a soñar en ser padres y en tener hijos. Y para eso, deben tener trabajo. El trabajo es la garantía de ese futuro. Los jóvenes han de vivir “apasionados” no sólo por su propio porvenir, sino también por otros jóvenes para que asuman la responsabilidad de su propia vida; a engrandecer la vida de los descartados; a ir a las periferias a buscar a esos rechazados, desilusionados y desesperanzados.