Vie. Jul 26th, 2024

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Visité el barrio Moscú

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Paso las semanas hablando en la radio de acompañar y dar protagonismo a las personas humildes (pobres), marginalizadas por las estructuras de riquezas del sistema y hoy, gracias al escritor Deuri Lara y su hermana Mari, tuve la oportunidad de pasar del discurso a la acción y participar de invitado en el taller de escritura creativa Desireé.

Visité sin privilegios, a pie, en moto-concho, uno de los barrios con una etiqueta de «peligroso» en San Cristóbal, el Moscú. «Gasté» dos horas de mi vida hablando de literatura, fe, vida, Cuba, el amor. Salí agradecido de poder hacer de mi vocación de comunicador un evangelio de esperanza.

Ellos me pagaron mi tiempo con sus historias de vida, sonrisas y la alegría de prometerme que no dejarían de leer y estudiar como herramientas para transformar su mañana y la sociedad. Yo les quedé debiendo un recorrido más pausado por sus calles y el hacer un programa especial sobre su taller en la emisora Magis del IPL.

Al finalizar nuestro compartir me hicieron una pregunta interesante: «¿Si usted tuviera la oportunidad de proponer un cambio para mejorar la educación en República Dominicana qué haría?» Primero les dije que no había pensado en esa interrogante y que necesitaba tiempo para darle una respuesta más elaborada. Pero, expliqué algo que siento debería ser parte de la solución: pasar de una educación resultadista que prepare a personas para el «éxito» bajo imaginarios de ricos o poderosos «influencers» según la terminología actual. A una pedagogía más enfocada como diría Pablo Mella s.j. tomando a Benja s.j. en «dar frutos». Preparar a la gente para que sean, sobre todo, buenas personas, desarrollar más la inteligencia espiritual que la económica.

A Deuri y su hermana les quedé agradecido por hacerme ver la fuerza de lo pequeño, representada en una niña con un retraso ciclomotor y que ahora gracias a ese taller puede leer y escribir.

Terminamos el encuentro con una oración realizada por una de las talleristas del Moscú. El lenguaje oral de esos niños es ya un signo de vida para esas comunidades oprimidas por el gran zapato de la miseria que aplasta su futuro. Mientras escribo estas líneas en el expreso de regreso a casa, siento que Dios estuvo grande conmigo al permitirme conocer a través de un taller de poesía el barrio Moscú.