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Un joven llamado Juan Pablo Duarte

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El 31 de enero, es fiesta de San Juan Bosco quien por su gran carisma y entrega por los jóvenes también se celebra el día de la juventud.

Por consiguiente quiero dedicar estas lineas a ellos, tomando como modelo al joven Juan Pablo Duarte, nuestro Padre de la Patria por quien celebramos hace unos días, precisamente el 26 de enero un nuevo aniversario de su natalicio.

Fijémonos en él. Y es que solo quien tiene un noble ideal y lucha con perseverancia hasta el final merece ser recordado. Juan Pablo Duarte ha sido el dominicano por excelencia.

Su vida ha sido un testimonio radiante de un ser humano que supo descubrir cual era el propósito de su vida: Forjar una Nación con los mas sublimes valores que fueron consignados por la eternidad en nuestro Escudo: Dios, Patria y Libertad.

Un ideal lleno de amor hacia aquellos con quienes compartía esta bella tierra. Así lo reflejan sus palabras inmortales: «Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar mi Patria libre, independiente y triunfante». Una vez que supo cual era su misión, no descanso hasta lograrla.

En sus sabias palabras dijo unas que cobran mas importancia en el tiempo que vivimos: «Los providencialistas son los que salvarán la Patria del infierno a que la tienen condenada los ateos, cosmopolitas y orcopolitas».

Hoy en que tantos, no generalizamos, pero en su gran mayoría, los funcionarios públicos buscan enriquecerse y servirse, buscando sus intereses particulares en lugar de los del pueblo.

Vemos en su pulcra trayectoria, Duarte en lugar de tomar, daba a la nación. Se despojo de sus bienes patrimoniales y familiares por la Patria.

Y hoy, que la Patria le pide a ustedes, jóvenes dominicanos?

Ser hombres y mujeres de bien, y también ser copartícipes de los destinos nacionales. Se acercan las elecciones y deben estudiar muy bien los candidatos que se presentaran en nuestras urnas en las distintas posiciones del Estado.

No votar responsablemente seíia un pecado de omisión. La Patria necesita sus mejores hombres y mujeres. Hombres y mujeres que protejan la vida y la célula primordial de la sociedad: la familia como Dios manda.

También a los no tan jóvenes pero con responsabilidades, ya sea partidarias o del tribunal electoral, va el llamado de realizar unas elecciones limpias, fuera de todo acto de corrupción sobretodo la  vil practica de la compra de votos.

Aplaudimos la postura firme y orientadora de nuestros obispos quienes en su recién publicada carta pastoral nos invitan a lo antes señalado y mucho mas. Invitamos encarecidamente a todo el pueblo dominicano a su lectura.

Ahora, volvamos a contemplar para meditar y sobretodo imitar al joven Duarte. Él, quien fue un hombre de trabajo y sabía que ésta es la mejor vía de desarrollo de una nación. Veamos de nuevo sus palabras: «Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos».

Sigamos escuchándole: «Trabajemos, trabajemos sin descansar, no hay que perder la fe en Dios, en la justicia de nuestra causa y en nuestros propios brazos».

Hoy como ayer, nuestra nación necesita que trabajemos por su existencia, por su desarrollo y prosperidad. Nuestra tierra está bendecida por Dios por múltiples razones que no cabrían si los enumerásemos en este espacio donde escribimos estas letras.

Solo detengámonos en su privilegiada situación geoestratégica. Está en el centro del Hemisferio. Cuántas ventajas comparativas tenemos de estar en este punto. Fijémonos en nuestras condiciones geográficas: bellas playas, montañas preciosas llenas de verdor, suelos fértiles, dunas, lagos, bosques…

Sin embargo, detengámonos un momento en este punto.

Estas ventajas de nuestros bellos recursos naturales están siendo amenazados por intereses particulares que quieren usarlos para explotarlos en su beneficio.

Gracias a Dios, nuestras autoridades escucharon al pueblo (jóvenes incluidos) que recién defendieron una zona protegida para nuestra supervivencia como nación vista desde el punto de vista del balance de nuestro ecosistema.

Concluyendo, defendamos nuestra fe, nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestra soberanía, nuestra historia y nuestros sueños.

Una vez más, nos hacemos eco de estas palabras del Padre de la Patria: “Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor.”

«Lo poco o mucho que hemos podido hacer o hiciéramos aún en obsequio de una Patria que nos es tan cara y tan digna de mejor suerte, no dejará de tener imitadores; y este consuelo nos acompañará hasta la tumba”.