Sáb. Jul 27th, 2024

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NO TENGO PLATA NI ORO

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Hoy seguimos con el tercer día de las entregas de la mistagogia. Hoy es el cuarto día de esta octava. La Iglesia nos sigue consolando con la celebración del Misterio Pascual. Este es un tiempo de consuelo en el gozo de la Pascua.

Les he dicho que en la Cuaresma no tiendo a dar la homilía, sino que preparo para la Pascua. Por eso, cada domingo de Cuaresma es un encuentro con Jesucristo que nos hace bajar a la piscina bautismal. Por eso es necesario dar catequesis. Hay que renovar las promesas bautismales.

El IV domingo de Cuaresma celebrábamos el domingo de “Laetare”. El Evangelio nos ponía el ciego de nacimiento, mientras que la primera lectura nos ponía la monarquía davídica. Estos detalles litúrgicos son buenos para tomarlos en cuenta. Aquí se está visualizando un tema muy importante y que lo recojo en esta mistagogia. Hay uno que es rey y estaba humillado detrás del rebaño; fue el rechazado pero el elegido para esta unción.

Volviendo al ciego de nacimiento, vemos que este hombre está detrás de su dinero. Quizá no es ciego porque es un no vidente sino porque el dinero lo ha cegado (cfr. Tb 4,10). Este hombre es ciego porque no sabe quién es. Tiene varios vestidos.

Este hombre ha cubierto su verdadero ser. Cuando salió de lavarse de la piscina, “misvá”, empezó a ver. La gente, al verlo lleno de emoción decía: «No es el mendigo»; otros decían: «No, es el ciego»; y otros: «Es el limosnero que se sentaba ahí». Todos tenía una identidad de este hombre. Sin embargo, él decía: «SOY YO.» Este hombre ha descubierto su verdadero ser. La muerte ontológica es destruida por Cristo y ahora aparece su verdadera identidad. Eso es como nosotros ahora, que llevamos la túnica bautismal que se nos entregó el día del bautismo y que nos devuelve la identidad de Hijos de Dios.

El demonio, nuestra razón, nos ha llevado a ponernos otras vestiduras y hemos perdido nuestra identidad. Hoy estamos aquí contemplando nuestra propia identidad. Hoy estamos «sentados, vestidos y en el sano juicio» (Mc 5,15).

El Martes Santo, seguíamos viendo a Jesús sentado a la mesa con sus discípulos. Recuerden la homilía, ahí les di la homilía. En Semana Santa, los tres primeros días, doy homilía. Les explicaba que Jesús se presentaba como el rey que va con su ejército a luchar contra las fuerzas del mal. Fue solo con doce hombres. A cada uno lo puso en su puesto de combate. Puedo decir cómo cada quien luchó, pero eso no tiene sentido. Sólo miraremos a San Pedro. El puesto de San Pedro fue ir al Pretorio y ver como sometían a Jesús a un juicio injusto. En ese lugar, el demonio le ganó la batalla a San Pedro al negarlo. Cuando cantó el gallo vio lo débil que era y ganó Jesucristo la batalla al ego de San Pedro y el diablo perdió. Ahí se cumple el que el príncipe de este mundo fue vencido.

Estuve de párroco más de una década en la Zona Colonial de Santo Domingo y disfruté de unos tesoros centenarios que conservan esos templos. En Santa Bárbara sale la procesión de Jesús Pacientísimo; como de la Iglesia Regina Angelorum sale el lunes el Cristo atado a la columna y del Carmen Jesús de Nazaret el miércoles.

El haggadá

Hoy celebramos la mistagogia que tiene que ver con la historia. Aparece un desconocido, un entrometido. Se mete en la conversación y se convierte en el centro. Dios irrumpe sin ser reconocido y se pone en el lugar del padre de familia que hace el “haggadá”. Es como nosotros ahora. Estamos viendo como todos los esquemas se rompen y entramos en la Pascua de una forma nueva. En Jesús vemos los acontecimientos de una forma nueva. Queremos celebrar las cosas bajo un esquema, pero la Pascua es Evangelio “eu anggelo”, es decir, un buen mensaje. Es algo novedoso que se actualiza. Por eso vemos a Pedro que dice: «No tengo plata ni oro, lo que tengo te lo doy» (Hch 3,1-10). Ese hombre entró al Templo y adoró a Dios con gran fuerza, como los discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan. La palabra del haggadá y la palabra de los apóstoles tiene una fuerza. El “Dabar” divino tiene el poder de crear y ese poder se nos ha dado a nosotros.

Ver el pan partido, la Pascua, la historia redimida es lo que celebramos. Dios nos ha salvado de las tinieblas. Hoy estamos compartiendo la herencia de pueblo santo en la luz. Somos ese reino de sacerdotes que reinan sobre la tierra. Alegrémonos, gocemos y démosle gracias porque hemos sido invitados a la cena del Cordero.

Un Consuelo que yo tengo es ver que en medio de la precariedad la Pascua no es una celebración litúrgica, ni una época del año. La Pascua es la presencia de Dios en medio de nosotros. Es Él; Él, que va convirtiendo nuestra vida en la Pascua de la Creación. Despejemos toda tiniebla que no nos deja ver lo que Dios va haciendo con nosotros.

¡Ojalá yo tener el don de la bilocación y llegar a todos ustedes para llevarles la comunión, especialmente a aquellos que están más necesitados!

 ¡Bendigamos al Señor!