«Si el afligido invoca al Señor El lo escucha».
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«Si el afligido invoca al Señor El lo escucha».
La humanidad está padeciendo de grandes sufrimientos por la terrible pandemia del coronavirus.
La muerte nos visita trayendo luto y dolor a muchas familias del mundo por la pérdida física de sus seres queridos.
Asimismo nos trae un encierro forzoso para salvaguardar nuestras vidas y con este, el resquebrajamiento económico de las naciones afectadas, cuyas cifras de perdidas fisicas y de empleo confinan a multitudes a la precariedad, incertidumbre, hambre, ruina y escasez.
Para colmo de desventuras, el distanciamiento social que conlleva a la imposibilidad de dar un abrazo, un beso hasta un apreton de manos a nuestros seres queridos.
Agreguemosle a esto, el uso de mascarillas, guantes y un cuidado extremo de la higiene.
Lo peor de todo, la imposibilidad de estar cerca de los que amamos en sus pruebas más severas y el no poder estar a su lado en su último respiro ni en su entierro.
Si bien es cierto lo desolador de esta pesadilla en que vivimos, peor aún es el pecado que nos sobreabunda y que a mis ojos y a los de muchos nos está despertando para que nos apartemos de él y volvamos arrepentidos a la gracia del Salvador. ¿Qué podemos hacer ante este panorama sombrío? ¡Clamar por su divina misericordia!
El Señor nos ama y nos espera no importa lo que hayamos hecho si nos volvemos a El.
El próximo domingo la Iglesia celebra un día muy bello: la Fiesta de la Misericordia.
Pueblo de Dios, este domingo 19 de abril del 2020 a las 3:00 p.m. de la tarde extendemos una invitación para que todos nos arrodillemos, nos arrepintamos y volvamos nuestro rostro a Dios clamando misericordia y hagámosle en su honor el rosario (coronilla) de la misericordia en reparación de nuestros pecados, los de nuestra familia, los de nuestro pueblo y los del mundo entero.
No todo está perdido porque Jesús por el poder de su sangre derramada en la cruz ha vencido ala enfermedad, a la muerte ,y a las tinieblas.
Empoderemonos de su promesa que la victoria es nuestra.
¡Jesús, en ti confío!