Vie. Abr 26th, 2024

ApmPrensa

Agencia de Prensa APM

“YO SOY EL BUEN PASTOR”

3 min read

El Evangelio de San Juan

Hoy es el Cuarto Domingo de Pascua. Es el domingo del Buen Pastor. El evangelio de San Juan, es el único que narra este pasaje de Jesús, donde El mismo se llama Buen Pastor. Y es que “Jesús es el verdadero Pastor anunciado por los profetas (Ex 34, 1-31 y Jr 23, 1-3) que condenaban a los falsos profetas que extraviaban al Pueblo Judío.

Jesús es la puerta. Por él hay que pasar para entrar en el redil. Jesús da su vida por sus ovejas a las que ama. Viene a reunir a todos los hombres en un único rebaño. Toda su obra, hasta el don de sí mismo, es una respuesta a la llamada del Padre.” (Biblia de Jerusalén, Edición Pastoral)

Es Jesús mismo el que hace este ejemplo. Hace la diferencia entre el asalariado, al que no le importan las ovejas y el verdadero pastor, aquel que da la vida por las ovejas, a las que conoce y llama por su nombre.

Estamos viviendo en un mundo que cada vez se ha vuelto de asalariados. Trabajamos simplemente por un salario, y nos olvidamos, “que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mt 4,4)

No queremos comprometernos a cumplir con nuestras responsabilidades ante la sociedad y ante nuestra propia familia, para no buscarnos problemas con los demás. Y nos volvemos cada vez más apáticos y negligentes, porque sentimos que a nadie le importa si la labor que hacemos tiene o no sentido. ¿Para qué luchar, si no se va a conseguir nada? No se premian las buenas acciones, sino al pillo, al facineroso, al desvergonzado. Y eso lo hace el dinero. Ese es el peligro de ese poderoso caballero. Que nubla el sentido real y correcto de la vida, y muchas veces nos deshumaniza. Nos convertimos cada vez en asalariados. Nuestras acciones se vuelven actos instintivos, sin asumir las consecuencias de lo que hacemos, tanto para nosotros como para los demás. Se pierde la pasión del deber cumplido. Y el que no actúa en lo correcto, es decir el que no entra por la puerta, “sino que escala por otro lado, ese es el ladrón y un salteador.” (Jn 10, 1-2) Todo aquel que asume un trabajo por el que no está capacitado, está engañando y no está actuando correctamente.

Los Padres de Familia son pastores.

¿Son los padres de familia, como el Buen Pastor del Evangelio, al que les preocupan sus ovejas, o son como el asalariado, que cuando la cosa se pone difícil, abandonan a sus hijos, a veces enviándolos fuera del país, para que sean otros los que “carguen con ellos”? ¿Son los maestros, como el Buen Pastor, a los que de verdad, les preocupa el resultado de su gestión de educadores de la verdad, del amor, de la justicia, o simplemente, son asalariados? ¿Son nuestros políticos, como el Buen Pastor, o son simplemente asalariados, que corren detrás del dinero? Este es un buen momento para evaluar la calidad de los mismos, y si de veras les preocupan sus “ovejas”.

“Vivimos en una escuela de crímenes. La publicidad no estimula la demanda, sino la violencia, es una sociedad de consumo. La ansiedad no es la única profesora del crimen: ella actúa acompañada de injusticia social, una profesora muy eficaz en sociedades donde la opulencia ofende escandalosamente al hombre” (Eduardo Galiano)

Muchos adolescentes delinquen porque no tienen oportunidades para realizarse. La familia está inmersa en un contexto y desde allí es que se desarrolla para bien o para mal. Todos somos responsables, por nuestra apatía para involucrarnos en el cambio de mentalidad en el mundo de hoy, y como cristianos nos podemos quedarnos quietos. “La Iglesia (todos somos Iglesia) está llamada a salir a evangelizar porque el Señor le ha dado esa tarea (EG 19). El Papa Francisco  sostiene que ese dinamismo de salida es lo que el Señor desea provocar en los creyentes.” Debemos estar “atentos a los frutos, cuidar del trigo sin asustarse por la cizaña, el sueño del discípulo “no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora”. Que el Buen Pastor nos ayude en esta tarea. Amén!