Líder, como pocas
3 min readHace unos años, mi hijo Javier me preguntó: “¿Mami, Consuelo es adoptada?”. Era un niño. Quería mucho, aun la quiere, a doña consuelo Guerrero, la directora de su colegio, en ese momento. Además, la respetaba pues conocía su carácter fuerte, sostenido, eso sí, por una gran nobleza, entrega y generosidad, necesario para sacar adelante un compromiso profesional que he visto pocas veces en la de educación dominicana.
La respuesta
Ante aquella extraña e inesperada interrogante de Javier, sorprendida, le respondo: “Claro que no, mi hijo, ¿por qué preguntas?” Él me dice: “¡Es que su mamá es tan dulce!” Mi carcajada solo fue superada por la de la propia Consuelo cuando le conté la anécdota, ella no solo la disfrutó sino que estuvo de acuerdo en que su madre era una mujer dulce, amable, encantadora. Esa persona especial se llamaba Ivelisse Prats Ramírez de Pérez y acaba de partir a la eternidad hace unos días.
Un mensaje
En el velatorio de doña Ivelisse, su hija Consuelo, maestra hasta en medio del dolor más profundo, pues ha perdido su referente, su guía, su orgullo, le envió un mensaje a mi hijo, su alumno de tantos años, que tiene la condición del Síndrome de Asperger. Consuelo animó a Javier ha demostrar que él puede salir adelante como lo hizo doña Ivelisse, la viejita dulce, que tanto le agradaba. No le pide poco. Los pasos de esa señora frágil, sencilla, sin el menor gesto de afectación o pretensión en su trato, marcaron precedentes como ciudadana, profesora, mujer y política, y la hicieron única.
Sin mancharse
¿Quién, tan coqueta en su apariencia, creyente en Dios, madre a toda prueba y esposa dedicada, podía caminar por esos senderos tan enlodados de nuestra política sin mancharse ni la suela de los zapatos? ¿Cómo pudo tener la fragilidad física de un niño, enfrentó problemas de salud toda su vida, y el carácter y la voluntad de un gigante invencible? ¿Quién, con su historial, pionera en tantas cosas, escoge la modestia como estandarte, para ponderar el trabajo ajeno sin el menor viso de mezquindad?
Deslumbrada
Cuando conocí a doña Ivelisse, como le ocurrió a Javier, esta me deslumbró. Consuelo nos animó a conversar y quedé prendada, de esa señora que había cargado sobre sus hombros un trozo de la historia democrática de este país sin mostrar vestigios de amargura. Ella legó sus genes, de maestra extraordinaria, a su hija Consuelo a quien alumnos, como mi hijo, le deben tanto. Por eso, ahora, también, a esta maestra fuera de lo común, que cuidó sin descanso a su madre en su lecho de enferma, hay que animarla a seguir adelante, después de esta dura prueba, con la certeza de que llegará a tiempo a su cita ineludible en el cielo con la mujer que le dio la vida. Una líder dulce, como pocas; fuerte y coherente, como ninguna otra.