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La Libertad Religiosa Atacada

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“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

Uno de los derechos fundamentales de la persona humana establecidos en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos , proclamada y asumida por el conjunto de las naciones unidas el 10 de diciembre de 1948.

El derecho a la libertad religiosa es muy amplio: implica, además, que los padres son los encargados y tienen la obligación de educar a sus hijos en la fe de su elección y elegir colegios para ellos teniendo esto en cuenta. Hay quienes asimilan el derecho a la libertad religiosa con la libertad de culto. Pero, estos dos no son sinónimos. De hecho, la libertad de culto es más restringido, tiende más a lo privado; mientras que la libertad religiosa es más amplia, se puede proclamar en el ámbito público. Podemos afirmar que la libertad de culto está dentro de la libertad religiosa.

Esto es lo que ha provocado muchas veces el que algunos Estados no logren o no acepten esta característica fundamental de la libertad religiosa ya que, para estos Estados, algún tipo de religión no es de su agrado ni de su elección; y también hay algunas religiones que no aceptan que sus miembros puedan convertirse a otra creencia religiosa ni les permiten abandonarla.

Si es verdad que en la historia de la humanidad ha habido ocasiones en que se ha utilizado la religión como causa de guerra para imponer alguna idea y hasta justificar por este medio la matanza de seres humanos; no es menos cierto que también la religión juega y ha jugado un papel importante como pacificadora y como autoridad moral cuando las diferentes religiones dejan de atacarse mutuamente. El nombre de Dios no puede tomarse como excusa ni como bandera para destruir al ser humano.

En gran parte de nuestra población creyente y también en general, no hay una clara conciencia de lo que es ni significa este derecho humano de la libertad religiosa. Para muchos este derecho se reduce únicamente a ir a misa o al culto los domingos o sábados, – dependiendo de la iglesia que así lo establezca -; también de las diferentes actividades consideradas “legales” dentro de este marco jurídico, como pueden ser las procesiones, peregrinaciones a santuarios, etc.

Pero, desde el punto de vista jurídico la libertad religiosa, que es un derecho humano, no hay que asociarlo nada más con “religión”; es el derecho que tenemos los seres humanos a asociarnos, a practicar, a manifestar la religión que escojamos. La libertad religiosa implica también el que la persona tenga libertad de no creer ni profesar ninguna religión y lo pueda hacer en absoluta tranquilidad. Libertad religiosa es sinónimo de pluralidad e inclusión.

Pero, este derecho humano de la libertad religiosa ha estado, y de hecho lo sigue estando en la actualidad, amenazado. Tenemos, por ejemplo, ataques desde el aspecto legal de las legislaciones de algunos países, alguno de ellos de tradición cristiana. Uno de estos elementos aplicados la más de las veces, es lo que tiene que ver con el laicismo.

Estado Laico vs Estado Laicista

Aquí habríamos de preguntarnos si es lo mismo el Estado laico que el Estado laicista. Y la respuesta es NO. El papa Benedicto XVI había dicho en varias ocasiones que no es función ni finalidad de la Iglesia gobernar a los pueblo; que eso es función de la política y los políticos. La finalidad de la Iglesia es la salvación de las almas. El Estado laico es garante de que toda manifestación religiosa pueda ser ejercida sin ninguna coacción; mientras que el Estado laicista (laicismo) lo que busca es suprimir toda religión, ya que piensa que toda manifestación religiosa tiene una connotación negativa para la sociedad y representa hasta una amenaza para el mismo Estado (“La religión es el opio del pueblo” de Carl Marx).

 Con esto que ya hemos dicho, pensemos ahora cómo está la vivencia, la práctica de la religión en la actualidad. Vemos lo que está sucediendo en Europa, la cuna del cristianismo. Ya es conocida, – si no por todos, pero sí por muchos -, que Europa viene caminando desde hace años en un proceso de descristianización. El cristianismo es a religión más perseguida en estos tiempos. Esto ha sido denunciado en diferentes foros mundiales y hasta en la misma ONU, donde fue votada y asumida la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Y esta denuncia no ha sido tomada muy en cuenta por este organismo como debe de ser. Pero sí tenemos el ejemplo del gobierno de los Estados Unidos, – administración Trump -, que ha asumido como parte de su gobierno el proteger, no sólo dentro de su país sino en el extranjero, este derecho humano de la liberta religiosa.

En la actualidad y con la excusa de la pandemia del covid19, en Europa algunos países han vuelto a confinar a su población y esto incluye el cierre de locales, empresas y los templos religiosos. Podemos ver cómo en Francia, – la primogénita del cristianismo -, por ejemplo, los fieles católicos y los obispos franceses se están manifestando contra esta disposición del gobierno y exigiendo que los templos sean abiertos al culto público.

Por otro lado, en la misma Francia, vemos como se están impidiendo las celebraciones sacramentales por parte de la autoridad policial, etc. En fin, todo esto ha provocado y está provocando que los europeos, vayan menos a la iglesia, crean menos en el credo cristiano, y en general cran menos en Dios

El panorama de la libertad de la religiosa no parece ser nada halagüeño. Cada vez más los creyentes afrontan la vida sin referencia religiosa alguna: nacen y no se bautizan; se tienen los hijos sin estar casados; se contrae matrimonio civil o unión libre y no religioso; son cristianos de cumplimiento; muchos no ponen un pie en el templo durante casi toda su vida, y cuando mueren piden que sus cuerpos sean incinerados y echados al viento o al mar o puesto en una repisa en las casas o que sus cenizas sean divididas en collares para que cada miembro de la familia lleve al cuello una parte de su ser querido; y no son enterrados entre oraciones y cánticos en un cementerio.

 Esta secularización del mundo no cabe dudas, que está dejando su impronta profunda en la mente y corazón de una gran parte humanidad cada vez más alejada de Dios.