Del Señor viene la Misericordia
3 min readCardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez
Ordinario – Ciclo B
6 de junio de 2021
a) Del libro del Génesis 3, 9-15.
En esta primera lectura encontramos el diálogo que Dios sostuvo con Adán, Eva y la serpiente, en el que después de la desobediencia de Adán, el Señor le interpela sobre lo acontecido. La serpiente y la mujer unidas en torno a un árbol misterioso llamado árbol de la ciencia del bien y del mal. Ni la tentación ni la seducción provienen de la mujer, sino de la serpiente y del fruto que “era una delicia de ver y deseable para adquirir conocimiento” (v.6).
En este relato bíblico, la serpiente encarna el mal, y así se la desmitifica del halo divino que tuvo siempre en las religiones antiguas de Egipto y Babilonia, como en las culturas prehispánicas del Meso-América: Toltecas, Mayas y Aztecas. Aparece aquí también en el relato el árbol de la vida cuyo fruto da la inmortalidad.
b) De la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios 4, 13-5,1.
San Pablo está convencido de que aun crucificado es el mensajero más apto del Señor. Pero, así como la muerte de Cristo acabó en vida para él y para todos, asimismo sus sufrimientos son fuente de vida para la comunidad: muerte en nosotros y en ustedes la vida. El tema abordado por el Apóstol es de gran trascendencia escatológica. Con esa esperanza San Pablo sobrelleva gozosa y confiadamente sus desgracias.
La victoria pascual de Cristo sobre el mal es la que nos renueva interiormente, aunque nuestro cuerpo y nuestra salud física se vayan desmoronando. La tribulación del momento presente para superar el mal y el pecado es insignificante en comparación con el tesoro de gloria eterna que produce, aunque de momento no se vea.
c) Del Evangelio según San Marcos 3, 20-35.
En este párrafo de San Marcos nos encontramos con algo insólito, la acusación de los jefes del judaísmo y de algunos parientes de Jesús que lo califican de endemoniado y de que “expulsa los demonios con el poder de Belcebú”. Según Jesús, la acusación de los letrados a su persona constituye una blasfemia contra el Espíritu Santo, con cuya fuerza expulsa Él los demonios. Pecado imperdonable porque es la rebeldía obstinada, la negación total de la gracia salvadora de Dios, la ceguera voluntaria ante la luz diáfana, atribuyendo al diablo lo que evidentemente es obra de Dios.
Aquellos hombres pretendían desprestigiar al admirado Rabí de Galilea ante el pueblo que lo sigue constantemente.
Sin embargo, Jesús deja bien claro que Belcebú no puede actuar en contra de sí mismo, pues se autodestruiría. Jesús, necesariamente tenía que estar envestido de una fuerza mayor, con el poder que ha recibido de su Padre, cuya fuerza transforma, libera y supera toda capacidad humana. No hay poderes mágicos ni ocultos, sino una palabra de vida, un acercamiento de misericordia, de gratuidad en nombre del mismo Dios. Jesús aprovecha la visita de su familia para enseñar algo fundamental: no podemos ser tacaños con el Reino atándonos solo a una familia. Jesús extiende su familia a todos los seguidores del reino de Dios, hay que abrirse a nuevas familias y comunidades.
La verdadera familia de Jesús traspasa las fronteras biológicas y étnicas, y la constituyen todos los bautizados, hombres y mujeres que cumplen con una cláusula de pertenencia: hacer la voluntad del Padre. No se es cristiano por tradición o herencia, sino, sobre todo, por opción y testimonio de vida. Acojamos esta invitación de Jesús a ser parte de su familia, acogiendo su palabra y cumpliendo sus mandatos.