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OBEDECER A DIOS A PESAR DE LOS DESPRECIOS QUE SUPONE

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LECTURAS DE HOY: 4/6/21
(Ez 2,2-5; Sal 122; 2Cor 12,7b-10; Mc 6,1-6)

Las lecturas de hoy nos muestran un fecundo camino espiritual para permanecer fiel a Dios, a su voluntad, a la misión, tarea o llamado que nos asigna, a pesar de los desprecios que supone. Meditemos:

ES DIOS QUIEN LLAMA Y ENVÍA, NO POR CAPRICHO, SINO POR NECESIDAD

…De esto nos habla Ezequiel cuando dice: “El Espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía…”. El profeta se vuelve morada del Espíritu, quien lo levanta; le da fuerza, decisión, firmeza. En esta condición, lo capacita para escuchar el mensaje y retenerlo. Porta algo que no le pertenece. El mismo Espíritu se hace responsable. El oficio que le asigna tiene como herramienta la Palabra. Una Palabra destinada a un pueblo rebelde. Dios vocaciona según la necesidad de su pueblo. El hecho de que sea Dios mismo quien envíe no significa que acogerán el mensaje, por eso advierte a su escogido: “te hagan caso o no”; por lo menos, se testifica que hubo un mensajero de Dios. El pueblo rebelde quedará sin excusas para justificar sus errores.

LOS ENVIADOS DE DIOS CUENTAN CON SU GRACIA

Los grandes hombres y mujeres de la Biblia no tienen reparo en confesar su debilidad. La conciencia de tal debilidad, a criterios de san Pablo, es el mejor remedio contra la soberbia. Como vimos en Ezequiel, la persona sin el Espíritu está en el suelo. Ha de tenerse la conciencia que sin la gracia de Dios se vuelve al suelo, y suelo se vuelve. “Te basta mi gracia” es una de las más hermosas frases paulinas. La gracia es el bastón y columna del apóstol. Bendita la espina que hace permanecer en tal actitud humilde frente a Dios y en medio del pueblo. En este sentido, damos gracias a Dios por las espinas que se entierran en nuestro ser. Vengan, Señor, todas las espinas que sean necesarias para que la vanidad no estropee el mensaje que envías. Aunque desprecien a los profetas, el profeta no puede despreciar las espinas que le hincan para recordar lo que es y mantenerse en su puesto.

NI A SU PROPIO HIJO DIOS LIBRÓ DE LOS DESPRECIOS

¡Cuánto nos ayuda el ejemplo que nos da Jesús! Observemos que el desprecio a Él no viene porque conozcan sus errores, al ser del mismo pueblo. En ningún pasaje bíblico se le advierte de posibles desprecios… Y es que Jesús es más que un profeta. Ha superado, con su persona y palabra, todos los paradigmas anteriores. Esto provoca desconcierto en la asamblea oyente. ¿De dónde saca todo esto?… Por estar pendiente al origen de sus enseñanzas se pierden de sus nutrientes. Él es desconcierto entre los suyos: lo conocen, conocen su casa, su madre y su padre, sus parientes… Quieren exprimirlo para saber de dónde mana lo que predica. La curiosidad les ahoga la gracia que se les ofrece. Están perdidos. Son muchas preguntas en un trecho muy corto del evangelio. Las preguntas ahogan el Espíritu. La soberbia del pueblo consumió su fe. Se desperdició el tiempo con Jesús. No pudo hacer allí milagros, a excepción de esporádicas curaciones mediante la imposición de manos.

Señor: … Nosotros también hemos experimentado desprecios… sólo que nos quejamos de éstos y hasta te hemos pedido que nos libres de estas realidades. Pero hoy te vamos a suplicar la gracia de mantener los ojos fijos en ti, para que los desprecios nos resbalen sin hacernos daño. En tu misericordia confiamos porque tú, Señor, nos dice infinitamente: “les basta mi gracia”.

1. ¿Cuándo no me hacen caso, esto me desanima?
2. ¿En qué me estoy apoyando: en la gracia o en la debilidad?
3. ¿He querido sacarme las espinas?
4. ¿Dónde tengo los ojos fijos?
5. Como Jesús ¿tengo disposición de predicar entre mis vecinos?