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SERVIDORES SUFRIENTES: SOSTENIDOS EN LA MISERICORDIA

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LECTURAS DE HOY: 17/10/21
(Is 53,10-11; Sal 32; Hb 4,14-16; Mc 10,35-45).

Las lecturas de hoy recuerdan aquella certeza de Santa Teresa de Jesús cuando cae en cuenta del por qué el Señor tiene tan pocos amigos, o sea, tan pocos santos: porque todos han de pasar por la trituración del sufrimiento.

En Isaías queda claro que tal sufrimiento es querido por el Señor; Él mismo, por su mano, lo hace un sufrimiento próspero. Entonces, no se trata de un padecer barato, sin sentido, sin frutos; se trata de aquel martirio generado mientras se le recogen los hijos y las hijas a Dios. De ahí la imagen del siervo sufridor, que entrega su vida en rescate de muchos, sostenido en la confianza de ver la luz.

Esos siervos y siervas humildes, que desde su debilidad se disponen a obedecer al Señor, gozan de su custodia permanente. Por eso dice el Salmo: “Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia”. Importa destacar el sentido profundo de la misericordia, que tiene que ver directamente con: “las entrañas de Dios”, “su vientre”, “su maternidad”, “su amor blandito”, “su salto para abrazar”… Todo el sufrimiento redentor, nace por pura misericordia. Sin la misericordia, no se entra en esta lógica, que es como un revés de lo que el mundo promueve.

La segunda lectura hace un explícito llamado a “acercarnos al trono de la gracia, para alcanzar misericordia”. El trono de la gracia es ocupado por nuestro Señor Jesucristo, Él personifica ese siervo sufridor que, luego de haber sido probado en el fuego y permanecido fiel, retorna al cielo. Por haber padecido, es compasivo en nuestros pesares. En Él se detuvo la cadena de violencia y de rechazo. No la prosiguió. La absorbió hasta purgar todas nuestras faltas y pecados.

En el evangelio muestra que los discípulos no saben lo que piden cuando gestionan con el Señor sus dos “asientos”. No sólo Santiago y Juan están perdidos, todos los otros discípulos también lo están. A la altura de lo sucedido, pacientemente, Jesús vuelve a reunirlos para instruirles, como si fuera la primera vez. Sus discípulos no han entendido la dinámica ni los criterios del reino ni de su trono de gracia.

En la lógica mundana hay un trono para sentarse, mandar, tiranizar, oprimir; en el trono de la gracia, de donde mana la misericordia, no se gestiona nada para sí, sólo busca darse en rescate de todos mediante el servicio humilde, sin evadir el sufrimiento que supone. ¿Para quién están reservados esos asientos diligenciados por los discípulos? Para quienes no lo procuren, sino que se dispongan a hacer el mismo camino del Señor: desapropiación, servicio, fidelidad hasta el martirio redentor. Nos ilumina la exhortación del papa Francisco cuando un día nos invitó a cambiar el sofá por un par de sandalias. El Señor no nos quiere sentados.

Señor, con el salmista te decimos: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.

  1. ¿Cuándo me acerco a Jesús, qué estoy buscando?
  2. ¿Estoy sufriendo por las mismas causas que sufrió Jesús?
  3. ¿Estoy gestionando asientos o me estoy gastando en/por la misericordia?