Vie. Abr 26th, 2024

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La moral al desnudo

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Me confieso un seguidor de las ideas de Henri-Frédéric Amiel reflejadas en su Diario íntimo, en especial sobre los vicios que afectan a toda la humanidad, producto de la indiferencia, enfermedad que afecta a aquellos cuya miseria de espíritu es causa de su inmoralidad.

El problema radica, en la propia conciencia que como una moral personal y una religión, también personal, responde a los más oscuros propósitos, se aplica lo que creo haber escuchado a alguien decir, que una moral que se pierde es una moral que nunca se ha tenido.

Digamos entonces, que la lucha contra la propia conciencia es una tarea complicada y difícil, y lo es, porque traduce una experiencia de la obligación moral que siendo única y diferente de cualquier otra experiencia humana se aloja en la esencia de nuestra identidad como personas humanas libres y responsables, que somos. En Pensées, essais, maximes et correspondance (Pensamientos, ensayos, máximas y correspondencia) Joseph Joubert señala que sin el dogma la moral no es otra cosa que un conjunto de máximas y sentencias, en cambio, con el dogma se convierte en mandamiento, obligación y necesidad.

De esta manera, la moral se encuentra en un sitial de mayor transcendencia que cualquier norma legal, porque no se trata solo de rehuir o evitar lo mal hecho, sino de obrar de acuerdo con la recta conciencia, esto es, que no basta parecer virtuoso, sino que lo sea, ya que la moral no depende o se establece por la opinión o la imagen que alguien se haya hecho de nosotros, sino por la propia valoración que uno se tenga y que nunca puede falsearse.