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VINIERON PARA PEDIR: REGRESÓ PARA AGRADECER

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EVANGELIO DE HOY: 10/11/21 (Lc 17,11-19).

El evangelio de hoy nos relata el pasaje donde diez leprosos, al suplicar compasión a Jesús, fueron curados por Él; pero sólo uno, el samaritano, regresó para agradecerle. Meditemos sobre el aprendizaje para nuestras vidas:

VINIERON PARA PEDIR

Importa destacar que Jesús iba camino a Jerusalén, la ciudad más importante por estar en ella el templo. Según la teología del Antiguo Testamento, Dios sólo se encontraba allí. Observemos que le llaman a Jesús: “maestro”. Lo han colocado, de cierta manera, en una dimensión sencillamente humana; pero, al mismo tiempo, reconocen que es compasivo, y por eso le dicen: “maestro, ten compasión de nosotros”. En toda esta primera escena se destacan los verbos en plural. Hay un sentir comunitario, son varios, son diez.

Jesús los mira… Bien nos recuerda el papa Francisco, en su pensamiento, que la santidad comienza cuando detenemos la mirada en el que sufre. Detener la mirada significa dejarse herir por lo contemplado. De la mirada compasiva brota el compromiso. Nadie puede mirar con los ojos de Dios y quedar indiferente. Y así sucede. Jesús les manda a que se presenten donde los sacerdotes… Ellos obedecen su palabra. Han sido, hasta el momento, dóciles; la lepra les ha hecho humildes.

REGRESÓ PARA AGRADECER

Una vez limpios, cambió la forma verbal. Ahora el acontecimiento se narra en singular: “uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias”. La escena, ahora, muestra que este hombre, además, samaritano, reconoce en Jesús al nuevo sacerdote. Ahora no está en el templo de Jerusalén, sino en el mismo Cristo, en su persona. El samaritano cambió la ruta. Le vino luz del cielo. Jesús inaugura el nuevo escenario para alabar y adorar al Padre; Él es la fuente de nuestra limpieza. El sentido de la gratitud queda evidente. Es una vergüenza, en la cultura bíblica, no abrir la boca, unida al corazón, para reconocer todo el bien recibido.

Jesús cuestiona por los nueve restantes: “¿dónde están?”. La virtud de la gratitud realmente se muestra, no en el momento de la prueba, sino desde el instante en que quedan limpios. De ahí los resultados de la narrativa: diez fueron curados, pero uno de estos fue salvo; así lo dice el Señor cuando le afirma: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

La acción de gracias, aunque en una dimensión comunitaria, se hace a manera personal. Por esto, Señor, mira con cariño a cada hermano y hermana que hoy se regresa a ti para agradecer el agua del bautismo que le ha dado la limpieza necesaria para su salvación. Perdona las veces que hemos seguido de largo, las ocasiones que hemos tenido prisa para pedir y lentitud para agradecer. Enséñanos también a decir “gracias” a los hermanos y a las hermanas que hacen tanto por nosotros. No pase desapercibido a nuestra conciencia la constante providencia que nos asiste.

  1. ¿He visto en mí mismo la limpieza que el Señor ha hecho?
  2. ¿Tengo memoria para agradecer?
  3. ¿En este momento de mi vida con quién me identifico: con quienes se fueron de largo o con quien se devuelve para agradecer?