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Desafío del Amor

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En King Arthur escrito por John Dryden en 1865 (acto v, esc. 1) refiere que el amor tiene mil maneras de hacernos dichosos, pero tiene muchas maneras más de robarnos el sosiego. En el caso que nos ocupa, ciertamente, el amor de Dios tiene muchas formas de hacernos felices, sin embargo, hay otras más que inducen a buscar aquella Verdad que no se acepta por la perniciosa costumbre de sublimar lo transitorio.

En De natura deorum Cicerón nos dice que la naturaleza misma ha impreso en el alma de todos, la idea de Dios que habla, de la importancia de la especulación filosófica sobre las cosas divinas y de la reflexión de esa especulación en las relaciones cotidianas del hombre, reconociendo que los objetos que los hombres adoraban eran falsos.

De esta manera, en el desafío del amor, Dios se manifiesta con sorpresas, que no es un simple antojo o una ilusión fingida, sino un sublime arcano mediante el cual el Divino Hacedor nos introduce en la verdad plena. En este desafío, todos hemos recibido la vocación a la vida cristiana, que Dios, con su infinita misericordia ha creado para prestarle un servicio real y preciso, que se traduce en una misión que debemos desempeñar como eslabones de una cadena.

Pidámosle a Dios que nos ayude a eliminar todo aquello que le ofende, fruto de nuestro comportamiento, y que podamos dar una respuesta pronta, sincera y total.  Es de recordar, que nunca se harta el ojo de mirar ni el oído de oír (Eclesiastés 1,8); además, que es una honra para el hombre alejarse de toda clase de contiendas, ya que solo los necios se mezclan en los altercados (Proverbios 20,3).