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PERMANECER EN LA PALABRA: ACTITUDES PARA CONSERVAR LO SEMBRADO.

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EVANGELIO DE HOY: 20/7/22 (Mt 13,1-9).

Jesús nos presenta, para hablarnos del Reino, la hermosa imagen del sembrador. Se comienza diciendo que Él salió de casa. ¿Qué casa sería? Pudiéramos considerar que “sale de sí mismo”, “es el enviado del Padre”; y de manera extraordinaria “desgrana” los profundos misterios del Reino, en un lenguaje sencillo y práctico, que nos hace reflexionar. El auditorio, al aire libre, que le escucha junto al lago, está de pie; Él está sentado en una barca. No hay altavoz, sus palabras se escuchan en silencio. La gente queda libre para aplicar y considerar el significado de sus enseñanzas; intentemos también, iluminar nuestras vidas. “Salió el sembrador a sembrar”. Al sembrar, un poco cayó:

AL BORDE DEL CAMINO

Jesús nos advierte que no dejemos su Palabra, la experiencia con Él, al borde del camino. O sea, en las orillas de nuestras vidas, a la intemperie. Los grandes tesoros exigen cuidado. Entre los que escuchan la parábola, unos pocos han ofrecido sus “bordes”. Quizás están presentes por curiosidad; atraídos, no convertidos. No se implican. La semilla toca su tierra, pero no le abren paso para que siga su proceso. El sembrador no hace violencia al terreno; contrariamente, y de manera generosa, desparrama semillas a manos llenas. El descuido, el desinterés, permitió que los pájaros se la comieran. Los pájaros no son malos, sino que la Palabra fue descuidada. No se conservó con celo. “Los pájaros”, en nuestra realidad, serían, el activismo, el cansancio, la dispersión…. Cada quien podrá poner nombre a los pájaros que amenazan su siembra.    

TERRENO PEDREGOSO 

La Palabra que cae en el terreno pedregoso crece débilmente. Imaginemos que las “piedras” son aquellas realidades o situaciones fuertes, las que nos dominan y pesan, porque la hemos dejado ocupar lugar y control de nuestras emociones y sentimientos. Hay terrenos que no han recogido sus piedras. No se han limpiado, no se han preparado. Quizás hubiese sido bueno meterle maquinaria pesada que ponga todo peñón en su lugar. Hay que ponerle apellidos a las piedras para poder ubicarlas en el espacio correspondiente. La semilla lucha por crecer, pero las piedras la han dejado expuesta al sol. La salida del sol exige raíces para permanecer.
 

ENTRE ZARZAS

Las zarzas pueden ser comparadas a la “mala hierba”. Es un terreno que no ha hecho una conversión profunda, permitiendo que la Palabra se ensucie y se asfixie. También recuerda la intervención del mal. Aquel que no le interesa que la semilla realice su función. Le interesa a las zarzas ahogar todo lo bueno. Es provocadora y tentadora. Seduce a la perdición. Debilita la voluntad. No hay firmeza. Se nos invita a detectar cuáles zarzas intentan crecer en nuestra tierra, para arrancarlas pequeñitas y que no nos ahoguen la santidad que siembra el Señor.
 
Señor: tu Palabra algunas veces ha tocado los bordes de nuestras vidas, otras veces nuestras piedras, también nuestras zarzas. Con la experiencia vivida, hoy optamos por ser “tierra buena”. Ven con la fuerza de tu Espíritu Santo a remover todo lo que impida que echemos raíces. Abona nuestro terreno con la gracia de tu misericordia. Gracias porque cada mañana sales con esperanza. No queremos defraudarte cuando vengas, con ilusión, a buscar tu cosecha.      

1. En este momento: ¿qué tipo de terreno soy? ¿cómo identifico mi propio terreno?
2. ¿Qué lugar doy a la Palabra, cada mañana?
3. ¿Cómo permanezco en la Palabra? ¿Cómo nos apoyamos para ser, todos unidos, tierra buena?