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AL ENCUENTRO CON EL SEÑOR: TERMINAN NUESTRAS PARÁLISIS.

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EVANGELIO DE HOY: 05/9/22 (Lc 6,6-11).

Se nos dice que Jesús entró, un sábado, a la sinagoga para enseñar. Había un hombre que tenía “parálisis en el brazo derecho”. Interesa destacar este detalle del pasaje. Generalmente, cuando nos lastimamos dicho brazo, experimentamos la dificultad de desempeño y servicio. Todo indica que ese hombre estaba arrinconado en algún lugar, quizás esperando limosna de los otros.

Jesús entró a la sinagoga con una mirada contemplativa. Nada humano le es indiferente. Con todo, hubo otro tipo de mirada, la de los escribas y fariseos. Mientras Jesús estaba despierto para liberar, éstos estaban al acecho para encontrar con qué acusarle. Nos toca a nosotros cuestionarnos con qué actitud vamos por la vida: descubriendo a los otros con los ojos de Dios para consolar, o curiosear para ver qué se puede criticar.

El Señor no sólo descubrió al hombre con parálisis, sino que tuvo acceso al pensamiento de los acusadores. Él entró para enseñar, y así sucedió. Lo hizo desde la vida, desde la realidad que le circundaba; y para que tal enseñanza no pasara desapercibida, con la valentía que viene de lo alto le dijo al paralítico: “Levántate y ponte ahí en medio”. Así sucede cuando Jesús llega a nuestras vidas. Nos saca de los rincones, de la postración. Jesús nos saca del suelo. Nos devuelve la dignidad. El hombre escuchó, aceptó la invitación, se levantó y se quedó en pie.

El maestro empezó a enseñar con una pregunta sapiencial: “¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?” Para Jesús hacer el bien no tiene fecha de caducidad. Para servir y consolar no hay agenda. Es una actitud constante. Por eso le dijo, “extiende el brazo”. Él lo hizo y su brazo quedó restablecido.

Señor: que podamos ir por la vida extendiendo el brazo para suplicar al Padre, y alabarlo, para entonarle acción de gracias. Danos la facultad de extender nuestro brazo para todas las personas que necesitan nuestro auxilio, nuestro amparo. No queremos andar por los rincones, como gente que no tiene horizonte ni sentido. Gracias por colocarnos allí donde podemos ser sujetos de transformación y renovación. Gracias, Señor, porque a tu paso terminas con nuestras parálisis.

1. Como Jesús, ¿hago el bien siempre y en todo momento?
2. ¿Estoy atento para auxiliar a los más necesitados?
3. Tengo mis brazos extendidos o aún necesito “terapia” para que se extiendan, alaben a Dios y sirvan a los hermanos.