Vie. May 3rd, 2024

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UN CORAZÓN AGRADECIDO: DICE “GRACIAS, SEÑOR” CUANDO QUEDA LIMPIO.

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LECTURAS DE HOY: 9/10/22.
(2R 5,14-17; Sal 97; 2Tm 2,8-13; Lc 17,11-19)

La primera lectura nos habla de Naamán el Sirio, un valiente guerrero, quien viajó hasta Israel en busca de ser curado de Lepra. El profeta Eliseo le invitó a bañarse siete veces en el Jordán, y luego de haber dudado, obedeció y quedó limpio. Cuando se vio limpio intentó agradecer con regalos, pero luego, ante la no aceptación de Eliseo, concluyó considerando que la mejor manera de agradecer era acogiendo al Señor en su vida como único Dios.
 
El Señor nos ofrece la fuente de su misericordia para que nosotros también bajemos hasta ella y allí, despojados de toda apariencia, seamos profundamente curados. No importa el tipo de letra que tengamos, tampoco el lugar ni la función que desempeñemos, todos tenemos acceso a la misma fuente, a la misma oportunidad de empaparnos de su gracia. Lo necesario aquí es reconocer la lepra que llevamos y ponerse en camino. Bañarse siete veces está relacionado con limpiar la totalidad de males y pecados que nos ensucian.
 
El evangelio también nos cuenta sobre diez leprosos que, desde lejos, gritaban a Jesús: “Maestro, ten compasión de nosotros”. Observemos nuevamente, Jesús, como Eliseo a Naamán, da una orden, esta vez les dice: -“Vayan a presentarse a los sacerdotes”. El milagro, también comienza con la obediencia. “Mientras iban, quedaron limpios”. Si nosotros, hacemos lo que el Señor nos dice, también quedaremos limpios.
 
“Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Era un samaritano”. Este hombre, no sólo ha quedado curado, ha despertado a la revelación que se ha ofrecido. Ha descubierto en Cristo Jesús al Sumo y Eterno Sacerdote; al Señor de los Señores. Dio gracias a los pies del Maestro. Y allí, con la vida endeudada de gratitud, recibió, no sólo la salud física, sino la salvación: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. Con razón dice el Salmo: “El Señor revela a las naciones su salvación”. No quiere que nadie se pierda.
 
Señor, Pablo nos recuerda hoy que tu Palabra no está encadenada. Gracias porque nos revelas en Ella el camino de salvación. Gracias por enseñarnos a decir “gracias”. Es la palabra santa que tantas veces usaste en la oración con el Padre. “Gracias Padre”. Gracias porque nos quieres limpios, porque te duelen nuestras lepras. Que podamos echarnos de rodillas ante ti. Danos, Señor, un corazón agradecido.
 

  1. ¿Cómo agradezco al Señor todo el bien que me ha hecho?
  2. ¿Qué actitud tengo cuando el Señor me limpia de las “lepras”? ¿Vivo la experiencia del confesionario como fuente de limpieza interior?
  3. ¿Cómo agradezco a mis hermanos de comunidad, a mis amigos, a mi familia?
  4. ¿Tengo un corazón agradecido? ¿Conservo la memoria del bien recibido?