Vie. Jul 26th, 2024

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MEDITACIÓN PARA ESTE LUNES SANTO.

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LECTURAS DE HOY: 3/4/23 (Is 42,1-7; Sal 26; Jn 12,1-11).

Comienza diciendo el profeta Isaías: “Miren a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco”. Hagamos oración con esta frase. Nos preguntamos personalmente, con honestidad espiritual: ¿qué le despierto al Señor cuando Él me mira? ¿Como al profeta, también le provoco expresar “miren a mi siervo”? ¿Él se siente orgulloso de mi persona, de mi proceder, de mi manera de servirle y entregarle la vida? ¿Tengo conciencia de que me ha elegido para ser de Él y servirle? ¿Estoy agradando al Señor; me preocupo por ello?
 
El Señor distingue a los que le han dicho que sí. Quien se sabe de Dios, quiere parecerse a Él. Consideremos lo que Él distingue en el que le sirve: no anda gritando ni voceando por las calles. Es, entonces, una persona que hace el bien de manera discreta y prudente; también es compasiva con los débiles, no apaga la mecha vacilante; en otras palabras, no promueve la cultura del descarte, sino que, compasivamente, ayuda a los demás a crecer, a recuperar la vista y la libertad.
 
Estos rasgos del servidor fiel no nacen por su propia fuerza. El mismo Dios lo ha bendecido desde el momento que lo llamó, y lo tomó de la mano para formarlo y santificarlo en la misión.
 
En el evangelio, María, la hermana de Marta y Lázaro, también nos enseña una dimensión central del siervo y de la sierva: “amar a nuestro Señor”. Jesús contempla a María ungiendo sus pies con un perfume costoso. Ella no economiza para manifestar su amor. Todo el perfume a los pies de Jesús es una santa inversión. El Señor se deja amar, no tiene apuros en que ella termine. A María no le avergüenza que la vean ni le importa lo que digan; tampoco a Él. El amor por Jesús no se queda estancado ni retenido, es como un río que busca su cauce. ¿En quién estoy invirtiendo mi mejor perfume? ¿Para dónde voy con el frasco que tengo reservado?
 
Como el salmista nos preguntamos, en estos momentos ¿qué me hace temblar? ¿Tengo al Señor como luz y fuerza salvadora? ¿En qué o en quién tengo puesta mi confianza?
 
Aprovechemos este Lunes Santo, si aún no hemos vivido el Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación. Es necesario buscar la paz y la unidad con uno mismo, con Dios, con los demás y con la creación. No basta estar bien arreglado por fuera y descuidarnos en llevar un buen perfume por dentro. La misericordia de Dios nos aguarda con los brazos abiertos. Aprendamos de María, que no nos de vergüenza que nos vean confesándonos ante el sacerdote. Porque quien mucho ama a Jesús no lo espera con un corazón desordenado.