Puentes rotos
2 min readEl consejo de que no se tome nada personal, no le funciona. Casi todo se lo toma personal. Esto incluye las malas caras, las insinuaciones, los desplantes, las agresiones evidentes y aquellas solapadas que, solo ella, ve. Puede que acierte cuando descubre la maldad en el otro, el interés en perjudicarle o la envidia. Si tiene razón en lo que percibe, su respuesta, a la defensiva, parece natural. Pero, también, es posible, que se haya equivocado o que el esfuerzo de su reacción, como cuando un ejército moviliza un montón de tropas para una batalla intrascendente, no valga la pena.
Heridas a quemarropa
En su afán por defenderse, pierde relaciones cercanas y de cortesía. Le rodean puentes de comunicación rotos por ofensas, calumnias, injurias, chistes hirientes, insinuaciones, chismes, zancadillas, tretas, celos, mezquindades y mentiras. Analiza una a una las situaciones, y piensa que tienes motivos para sentirse molesta hasta experimentar una inmensa desazón, un dolor lacerante, porque mientras más amas a quien te agravia, su cercanía hace que la herida sea a quemarropa, directa al corazón.
Juzga y condena
Y no se pregunta si esa isla, en la que va quedando sola, es el lugar correcto para encontrarse con Dios, al final de sus días. Desde la razón, el amor propio y el rencor, con la soberbia que emana de la convicción de que no dañas a otros, no planeas maldades, ni ejecutas traiciones, ha juzgado y condenado, cortando los puentes que la comunican con quienes la hirieron. Pues, para llegar a Dios, piensa, le basta su fe. Según el apóstol Pablo, se equivoca.
No es suficiente
Pablo advierte a Los Corintios que si tienen una fe capaz de mover montañas, reparten todo a los pobres, se dejan quemar vivos, hablan en lenguas, conocen el lenguaje de los ángeles y tienen don de profecía, pero no tienen amor, de nada les sirve. Porque cuando esta vida acaba, lo único que queda es el amor. Y ese, que solo se puede sentir y demostrar hacia el prójimo es, dice de nuevo Pablo, paciente, afable, no se irrita, no lleva cuentas del mal, disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites y aguanta sin límites.
Las vías
El asunto está en que cada persona que encontramos en el camino de nuestras vidas, es una vía para aprender, mejorar y transformarnos. Y, si cortamos la comunicación con ellas, cerramos, también, los caminos que nos comunican con Dios. ¿Y cómo vamos a llegar a Su encuentro, si hemos roto los puentes, los vínculos humanos, que nos conducen a Él?