Caras conocidas
2 min readCuando no tenemos fe, la muerte y el más allá nos aterran. Piensas que el otro mundo es un misterio indescifrable y te atemorizas. El cementerio es un vecindario al que no te quieres mudar. Pero esto cambia, cuando Dios viene a tu encuentro y la gente que te rodea va haciendo sus maletas, y se marcha, hacia ese destino final lleno de incógnitas.
Del lado del misterio
Calculas que cualquier día podría tocarte a ti la partida, sin tiempo apenas para despedirte. Ese momento, temido, este año, llegó para muchos, familiares y amigos. Me he puesto a pensar que ellos están, ahora, del lado del misterio, donde sabes que alguien los espera. Lo que, en mi caso, ha hecho que el miedo disminuya.
Nos esperan
Por larga que sea la fila, algún día, llegará nuestro turno y, cuando ocurra, será como tiene que ser. Si te reconciliaste con Dios, ya no te aterroriza tanto enfrentar ese momento, que puede llegar hoy o en décadas. Y, según cuentan algunos que recibieron una segunda oportunidad, al cruzar el mar de la existencia humana hacia la eterna, encuentras, junto al Señor, gente a quien conoces esperándote.
Sorpresas y planes
Y yo pienso, quién sabe, si hasta pueden sorprendernos con una fiesta de bienvenida, sin alcohol, claro, Dios no acepta vicios en el cielo. Sería una sorpresa tan inesperada como la llegada del final, para algunos, que se han marchado tan pronto y tan fácil. Imagino la cantidad de planes que daban por hecho y que nunca alcanzaron a concretar. Recuerdo a un amigo que organizó todo para estar tranquilo cuando le llegará la vejez. Pero nunca fue viejo, se marchó mucho antes de que le entraran las ganas de retirarse.
Sin apuro
Hubo otro que, en la universidad, me juraba que llegaría a ser presidente. Se lo creí. Parecía tenerlo todo para lograrlo. Pero, cuando la muerte lo llamó, solo había sido profesor, lo cual, de seguro, lo debe haber hecho más feliz. Pero, quizás, aún esperaba la oportunidad para hacerse político y confiaba en que dispondría del tiempo para alcanzar sus sueños porque era muy joven cuando falleció. Por cierto, él es uno de los que espero encontrar, si Dios tiene misericordia de mí, cuando me toque decir adiós.
No tengo apuro en marcharme, pero tampoco el temor es tan grande como cuando pensaba que todo en el más allá sería desconocido. Ahora sé que me esperan caras conocidas.
Publicado en su columna del Listín Diario