Sáb. Oct 5th, 2024

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No es gratis

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En estos días, nos falta y nos sobra tiempo. Los compromisos sociales, si usted es una persona responsable, desaparecieron. La jornada laboral se traslada a los hogares. A los niños no hay que llevarlos a los colegios porque, también, estudian en casa. Muchos servicios llegan hasta nuestras puertas. Todo eso debería traducirse en tiempo disponible, y permitirnos hacer más y mejor las cosas para las que antes debíamos esforzarnos por sacar un espacio en nuestras agendas apretadas, con las horas llenas, que ahora lucen vacías. Para este año, por ejemplo, nadie me envió una libreta de agenda, como regalo de Navidad, parecen innecesarias.

A la cola
Pero, cuando miro en derredor, ese espacio en blanco, en las jornadas, no ha hecho huecos para servir a Dios. Todos clamamos a Él, pero no sobra gente para los servicios en las parroquias, faltan manos . Por primera vez, por ejemplo, en ocho años de ser adoradora, encontré solo el Santísimo, aunque allí tenemos Adoración Perpetua. Sé que andamos apurados, ¿cuándo no? Pero antes todos los adoradores esperaban a su sucesor, ahora, cuando agarrarnos de Dios es la única posibilidad que tenemos para salir del túnel por el que camina la humanidad, servirle a Él, a través de los otros, ¡que ironía!, pasa a la cola.

Para los desesperados
El propio Estado mandó su mensaje, sobre en qué lugar coloca la espiritualidad, cuando cerró los templos sin aviso previo, aunque saludamos que haya rectificado. No se imaginan lo que significa no poder comulgar o adorar a Jesús Sacramentado, en momentos como éste. Como adoradora, he visto personas llegar desesperadas, bañadas en lágrimas, a los pies de Jesús. Y, luego, salir de allí reconfortadas. Ha sido, también, mi experiencia personal.

Horas extras
Pero para que haya iglesias abiertas, el Santísimo expuesto, comunión y unción para los enfermos, bautismo, bodas y confesiones, debe haber servidores. Gente que haga el trabajo o asista a los sacerdotes. Ahora, que todo nuestro mundo se estremece, no podemos correr a escondernos en lugar de colocarnos debajo de la columna que nos ha des sostener. El servicio que se hace a Dios no puede depender del tiempo que nos sobra, ni del dinero que nos sobra, ni siquiera de si tenemos salud. Si desde la cama podemos servir, con la habilidad que Él nos ha dotado, debemos hacerlo. Pues, en la puerta de salida de este mundo, las horas trabajadas que se toman en cuenta, son esas que ahora parece que hacemos de gratis, pero, en realidad, son las mejor pagadas del universo. Dichoso usted si, en el cielo, le pagan horas extras.