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CONSAGRADOS Y CONSAGRADAS CON LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO

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EVANGELIO DE HOY: 19/5/21 (Jn 17,11b-19)

En el evangelio de hoy, Jesús continúa invocando al Padre por los suyos. La palabra más destaca en torno a éstos es “consagración”. ¿Qué significa que los escogidos por Jesús, según el designio del Padre, sean y vivan consagrados en medio del “mundo”? Meditemos:

Según la coherencia del texto, ser consagrado o consagrada significa:

  1. … unión con Dios, a quien el mismo Jesús llama “Padre santo”. Él es la fuente de santidad. El consagrado y la consagrada saben de dónde vienen, quiénes son, y a quién le pertenecen. No importa el nivel de dispersión social que les amenace. No se distraen.
  2. Implica “ser uno”, en comunidad, como el Padre y el Hijo lo son. La Santísima Trinidad, se vuelve espejo y referencia.
  3. Depender de Cristo, quien les “guarda” y “custodia” en nombre del Padre. Él, responsablemente, aboga para que tal guardia y custodia no les falten nunca…
  4. La alegría es reflejo de la genuina consagración. Un rostro “avinagrado” no refleja santidad. No ilumina ni inspira deseos de consagración.
  5. Guardar y practicar la Palabra como alimento y horizonte. Espada de dos filos. Testimonio. Garantía de permanencia en la Verdad para contemplarla y darla a conocer.

En suma, ser consagrados y consagradas significa saberse de Dios, “reservado”, “escogido” para Él, sus cosas, sus intereses. De ahí se gesta una relación especial, un proceso de dedicación exclusiva, para que Dios sea más conocido, más amado, más obedecido… y que cada vez sean más los que a Él se consagren en todas las dimensiones posibles: matrimonios consagrados, sacerdotes consagrados, religiosas consagradas, laicos y laicas consagrados…

Señor: gracias por ser amigo fiel, intercesor, puente. No te desentiendes, no quieres en broma. Eres serio con las personas que asumes. Sabes que solas no pueden. Pero tampoco pides que sean retiradas antes de tiempo del mundo donde viven. No pides para que sean dispensados de ataques y traiciones, sino para que sean guardadas y protegidas. Guárdanos y protégenos, Señor.

  • * ¿Qué conciencia tengo de pertenecer a Dios? ¿En qué se refleja esto?
    * ¿Cómo experimento la protección de Dios en mi vida?
    * ¿Estoy respondiendo, con mi vida, a los intereses de Dios?
    * ¿Cómo actúa el Espíritu Santo para despertar el deseo de consagración a Dios?