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ESCOGER EL TESORO Y, ALLÍ, ESCONDER EL CORAZÓN

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EVANGELIO DE HOY: 18/6/21 (Mt 6,19-23)

El evangelio de hoy nos abre una ventana para una fecunda revisión de vida en torno a los aspectos “tesoros”, corazón y ojo. Meditemos:

LOS TESOROS DEL CORAZÓN

Los tesoros que guardamos en el corazón lo determinan todo. En las palabras que Jesús nos dirige, deja evidente la libertad para escoger lo que allí se conserva o se amontona. El corazón es presentado como un cofrecito, donde conscientemente se van introduciendo las cosas según la prioridad o la importancia que le demos. Hoy, hemos de preguntarnos ¿Qué estoy cargando o guardando en mi corazón? ¿El único corazón que llevo, qué está amontonando? Vamos a discernir:

LOS FALSOS TESOROS

Hay tesoros falsos, aquellos caducos, pasajeros, que ponen en riesgo la vida, haciendo vivir en el engaño. Uno podría pensar que tiene muchas riquezas, honores recibidos, titulaciones, cargos… que va coleccionando y, sin darse cuenta, el cofrecito del corazón comienza a llenarse de polilla y carcoma, también de polvo. La polilla y la carcoma son muy traicioneras; dejan el “envase” bonito, pero cuando lo tocan o lo mueven, se deshace. La apariencia o la vanidad pueden hacernos cargar, por muchos kilómetros, un cofre lleno de basuras o superficialidades. Es duro que, al final del camino, uno descubra que nunca vivió, sino que agonizó toda la vida.

LOS TESOROS VERDADEROS

Los tesoros verdaderos no ocupan espacio, no impiden pisar la tierra, ni se vencen con el tiempo. No pesan. No atormentan. Por eso, al llevarlos, se experimenta ligereza de equipaje, también prontitud. Se respira mejor, y hasta sonríe con frecuencia. Son un real misterio, porque manan de la fuente de toda santidad, Dios mismo; así como entran al interior se van repartiendo hacia fuera, a los demás; y mientras más se reparten, más se abastece el corazón sin llegar reventar. El amor ensancha el corazón sin agrandarlo de tamaño. Cada latido del corazón libre de polilla y carcoma, se vuelve colirio a los ojos del alma. Los valores del cielo, que sabemos cuáles son, son los tesoros de vida eterna.

EL OJO SANA, SANANDO EL CORAZÓN

Desde que escogemos, sabiamente, lo que guardamos en el corazón, como lo hizo la Virgen María, el ojo empieza a sanarse. Cuando uno ve las cosas, les da su verdadero puesto y sentido. Usted se encuentra con las personas, y no se fija en sus defectos, sino que contempla en ellas el reflejo de Dios vivo. Según la sanidad del corazón así contemplarán los ojos. “Dinos como miras y te diremos lo que llevas en el corazón”. No puede medirse, a ciencia humana, el nivel de sanidad espiritual del ojo; son cosas reservadas al Espíritu Santo. Sin embargo, sí sabemos en sincero discernimiento: cuando miramos, cómo miramos, qué pensamos, cómo actuamos.

Señor: en tu presencia, te presentamos este corazón para hacer una sincera revisión de vida. Le pedimos a la Virgen María que nos ayude a organizar las cosas, a darle su lugar e importancia justa. Nos da vergüenza venir a ti con algunas polillas y carcomas, pero esa vergüenza nos empuja a superar nuestros errores. Que con tu luz, y al amparo de tu gracia sepamos escoger el tesoro, y ahí esconder el corazón. Tú eres nuestro tesoro.

  • ¿MI CORAZÓN Y MI TESORO ESTÁN EN EL MISMO LUGAR?